Page 723 - El Señor de los Anillos
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busques. Pero sé el buen Sméagol y tráeme las hierbas, y tendré mejor opinión
de ti. Y más aún, si das vuelta la hoja y no cambias de parecer, un día de éstos
guisaré para ti unas patatas. Sí: pescado frito con patatas fritas servidos por S.
Gamyi. No podrás decir que no a eso.
—Sí, sí que podríamos. Arruinar buenos pescados y patatas, chamuscarlos.
¡Dame ahora el pescado y guárdate las sssucias patatas fritas!
—Oh, no tienes compostura —dijo Sam—. ¡Vete a dormir!
En resumidas cuentas, tuvo que ir él mismo a buscar lo que quería; pero no le fue
preciso alejarse mucho, siempre a la vista del sitio donde descansaba Frodo,
todavía dormido. Durante un rato Sam se sentó a esperar, canturreando y
cuidando el fuego hasta que el agua empezó a hervir. La luz del día creció,
calentando el aire; el rocío se evaporó en la hierba y las hojas. Pronto los conejos
desmenuzados burbujeaban en la cazuela junto con el ramillete de hierbas
aromáticas. Los dejó hervir cerca de una hora, pinchándolos de cuando en
cuando con el tenedor y probando el caldo, y más de una vez estuvo a punto de
quedarse dormido.
Cuando le pareció que todo estaba listo retiró las cazuelas del fuego y se
acercó a Frodo en silencio. Frodo abrió a medias los ojos mientras Sam se
inclinaba sobre él, y en este instante el sueño se quebró: otra dulce e
irrecuperable visión de paz.
—¡Hola, Sam! —dijo—. ¿No estás descansando? ¿Pasa algo malo? ¿Qué hora
es?
—Unas dos horas después del alba —dijo Sam—, y casi las ocho y media
según los relojes de la Comarca, tal vez. Pero no pasa nada malo. Aunque
tampoco nada que yo llamaría bueno: no hay provisiones, no hay cebollas, no
hay patatas. He preparado un poco de guiso para usted y un poco de caldo, señor
Frodo. Le sentará bien. Tendrá que beberlo en el jarro; o directamente de la olla,
cuando se haya enfriado un poco. No he traído escudillas, ni nada apropiado.
Frodo bostezó y se desperezó.
—Tendrías que haber descansado, Sam —dijo—. Y encender un fuego en
este paraje era peligroso. Pero la verdad es que tengo hambre. ¡Hmm! ¿Lo huelo
desde aquí? ¿Qué has cocinado?
—Un regalo de Sméagol —dijo Sam—: un par de conejos jóvenes; aunque
sospecho que ahora Gollum se ha arrepentido. Pero no hay nada con que
acompañarlos excepto algunas hierbas.
Sentados en el borde del helechal, Sam y Frodo comieron el guiso directamente
de las cazuelas, compartiendo el viejo tenedor y la cuchara. Se permitieron
tomar cada uno medio trozo del pan de viaje de los elfos. Parecía un festín.