Page 787 - El Señor de los Anillos
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—Es decir demasiado —respondió Frodo, y se echó a reír, una risa larga y
clara que le nacía del corazón. Nunca desde que Sauron ocupara la Tierra Media
se había escuchado en aquellos parajes un sonido tan puro. Sam tuvo de pronto la
impresión de que todas las piedras escuchaban y que las rocas altas se inclinaban
hacia ellos. Pero Frodo no hizo caso; volvió a reírse—. Ah, Sam si supieras… —
dijo—, de algún modo oírte me hace sentir tan contento como si la historia ya
estuviese escrita. Pero te has olvidado de uno de los personajes principales:
Samsagaz el intrépido. « ¡Quiero oír más cosas de Sam, papá! ¿Por qué no ponen
más de las cosas que decía en el cuento? Eso es lo que me gusta, me hace reír. Y
sin Sam, Frodo no habría llegado ni a la mitad del camino ¿verdad, papá?»
—Vamos, señor Frodo dijo Sam no se burle usted. Yo hablaba en serio.
—Yo también —dijo Frodo—, y sigo hablando en serio. Estamos yendo
demasiado de prisa. Tú y yo, Sam, nos encontramos todavía atascados en los
peores pasajes de la historia, y es demasiado probable que algunos digan al llegar
a este punto: « Cierra el libro, papá, no tenemos ganas de seguir leyendo.»
—Quizá dijo Sam, pero no es eso lo que yo diría. Las cosas hechas y
terminadas y transformadas en grandes historias son diferentes. Si hasta Gollum
podría ser bueno en una historia, mejor que ahora a nuestro lado, al menos. Y a
él también le gustaba escucharlas en otros días, por lo que nos ha dicho. Me
gustaría saber si se considera el héroe o el villano…
» ¡Gollum! llamó—. ¿Te gustaría ser el héroe?… Bueno, ¿dónde se habrá
metido otra vez?
No había rastros de él a la entrada del refugio ni en las sombras vecinas.
Había rechazado la comida de los hobbits, aunque aceptara como de costumbre
un sorbo de agua; y luego, al parecer, se había enroscado para dormir. Suponían
que uno al menos de los propósitos de Gollum en la larga ausencia de la víspera
había sido salir de caza, en busca de algún alimento de su gusto; y ahora era
evidente que había vuelto a escabullirse a hurtadillas mientras ellos conversaban.
Pero ¿con qué fin esta vez?
—No me gustan estas escapadas furtivas y sin aviso —dijo Sam—. Y menos
ahora. No puede andar buscando comida allá arriba, a menos que quiera morder
un pedazo de roca. ¡Si aquí ni el musgo crece!
—Es inútil preocuparse por él ahora —dijo Frodo—. Sin él no habríamos
llegado tan lejos, ni siquiera a la vista del paso, y tendremos que amoldarnos a
sus caprichos. Si es falso, es falso.
—De todos modos preferiría no perderlo de vista. Y con mayor razón, si es
falso. ¿Recuerda usted que nunca quiso decirnos si este paso estaba vigilado, o no?
Y ahora vemos allí una torre… y quizás esté abandonada y quizá no. ¿Cree usted
que habrá ido a buscarlos? ¿A los orcos o lo que sean?
—No, no lo creo —respondió Frodo—. Aun cuando ande en alguna
trapacería, lo que no es inverosímil, no creo que se trate de eso. No ha ido en