Page 785 - El Señor de los Anillos
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que caminar y mucho que subir. Y además falta el túnel. Creo que es momento
      de descansar, señor Frodo. No sé en qué hora estamos, del día o de la noche, pero
      hemos andado mucho tiempo.
        —Sí,  tenemos  que  descansar  —dijo  Frodo—.  Busquemos  algún  rincón
      abrigado,  y  juntemos  fuerzas…  para  la  última  etapa.  Y  en  realidad  estaba
      convencido de que era la última: los terrores del país que se extendía más allá de
      las montañas, los peligros de la empresa que allí intentaría le parecían todavía
      remotos,  demasiado  distantes  aún  para  perturbarlo.  Por  ahora  tenía  un  único
      pensamiento:  atravesar  ese  muro  impenetrable,  eludir  la  vigilancia  de  los
      guardias.  Si  llevaba  a  cabo  esa  hazaña  imposible  entonces  de  algún  modo
      cumpliría la misión, o eso pensaba al menos en aquella hora de fatiga, mientras
      caminaba entre las sombras pedregosas bajo Cirith Ungol.
      Se sentaron en una grieta oscura entre dos grandes pilares de roca: Frodo y Sam
      un poco hacia adentro, y Gollum acurrucado en el suelo cerca de la entrada. Allí
      los  hobbits  tomaron  lo  que  creían  habría  de  ser  la  última  comida  antes  del
      descenso al País Sin Nombre, y acaso la última que tendrían juntos. Comieron
      algo de los alimentos de Gondor y el pan de viaje de los elfos, y bebieron un
      poco. Pero cuidaron el agua, y tomaron apenas la suficiente para humedecerse
      las bocas resecas.
        —Me pregunto cuándo encontraremos agua de nuevo —dijo Sam—. Aunque
      supongo que allá arriba han de beber. Los orcos beben ¿no?
        —Sí, beben —dijo Frodo—. Pero ni hablemos de eso. Lo que ellos beben no
      es para nosotros.
        —Más razón para que llenemos nuestras botellas —dijo Sam—. Pero no hay
      agua  por  aquí  y  no  he  oído  ningún  rumor,  ni  el  más  leve  susurro.  Y  de  todos
      modos Faramir nos recomendó no beber las aguas de Morgul.
        —No beber las aguas que desciendan del Imlad Morgul, fueron sus palabras
      —dijo  Frodo—.  No  estamos  ahí  aún,  y  si  encontramos  un  manantial,  el  agua
      fluirá hacia el valle y no desde el valle.
        —Yo no me fiaría demasiado dijo Sam, a menos que me estuviese muriendo
      de sed. Hay una atmósfera maligna en este sitio. —Husmeó el aire—. Y un olor,
      me  parece.  ¿No  lo  siente  usted?  Un  olor  muy  raro,  como  a  encierro.  No  me
      gusta.
        —A mí no me gusta nada de aquí: piedra y viento, hueso y aliento. Tierra,
      agua, aire, todo parece maldito. Pero es el camino que nos fue trazado.
        —Sí,  es  verdad  —dijo  Sam—.  Y  de  haber  sabido  más  antes  de  partir,  no
      estaríamos  ahora  aquí  seguramente.  Aunque  me  imagino  que  así  ocurre  a
      menudo.  Las  hazañas  de  que  hablan  las  antiguas  leyendas  y  canciones,  señor
      Frodo:  las  aventuras,  como  yo  las  llamaba.  Yo  pensaba  que  los  personajes
      maravillosos  de  las  leyendas  salían  en  busca  de  aventuras  porque  querían
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