Page 819 - El Señor de los Anillos
P. 819

carroña. No me imagino qué podrá hacer Lugbúrz con una cosa semejante. Bien
      podrían echarlo en la cazuela.
        —¡Pedazo de imbécil! —ladró Shagrat—. Te crees muy astuto, pero ignoras
      un montón de cosas que conoce casi todo el mundo. Si no te cuidas, serás tú el
      que terminará en una cazuela o en la panza de Ella-Laraña. ¡Carroña! Entonces
      conoces  bien  poco  a  la  Señora.  Cuando  ella  ata  con  cuerdas,  lo  que  busca  es
      carne. No come carne muerta ni chupa sangre fría. ¡Este no está muerto!
      Sam se estremeció, aferrándose a la piedra. Tenía la impresión de que todo aquel
      mundo oscuro se daba vuelta patas arriba. La conmoción fue tal que estuvo a
      punto de desmayarse, y mientras luchaba por no perder el sentido, oía dentro de
      él un comentario: « Imbécil, no está muerto, y tu corazón lo sabía. No confíes en
      tu cabeza, Samsagaz, no es lo mejor que tienes. Lo que pasa contigo es que nunca
      tuviste en realidad ninguna esperanza. ¿Y ahora qué te queda por hacer?»  Por el
      momento  nada  más  que  apoyarse  contra  la  piedra  inamovible  y  escuchar,
      escuchar las horribles voces de los orcos.
      —¡Garn! —dijo Shagrat—. Ella tiene más de un veneno. Cuando sale de caza, le
      basta  dar  un  golpecito  en  el  cuello,  y  las  víctimas  caen  tan  fofas  como  peces
      deshuesados,  y  entonces  ella  se  da  el  gusto.  ¿Recuerdas  al  viejo  Ufthak?  Lo
      habíamos perdido de vista durante varios días. Por último lo encontramos en un
      rincón: colgado, sí, pero bien despierto, y echando fuego por los ojos. ¡Cómo nos
      reímos! Quizás ella se había olvidado de él, pero nosotros no lo tocamos… no es
      bueno meterse en los asuntos de Ella. No… esta basura despertará dentro de un
      par de horas; y aparte de sentirse un poco mareado durante un rato, no le pasará
      nada.  O  no  le  pasará  si  Lugbúrz  lo  deja  en  paz.  Y  aparte,  naturalmente,  de
      preguntarse dónde está y qué le ha sucedido.
        —¿Y qué le va a suceder? —rió Gorbag—. En todo caso, si no podemos hacer
      nada más, le contaremos algunas historias. No creo que haya estado jamás en la
      bella Lugbúrz, de modo que quizá le guste saber lo que allí le espera. Esto va a ser
      más divertido de lo que yo pensaba. ¡Vamos!
        —No habrá ninguna diversión, te lo aseguro yo —dijo Shagrat—. Hay que
      conservarlo  sano  e  intacto,  pues  de  lo  contrario  todos  podríamos  darnos  por
      muertos.
        —¡Bueno! Pero si yo fuera tú atraparía al grande que anda suelto antes de
      enviar ningún mensaje a Lugbúrz. No les hará mucha gracia enterarse de que
      has atrapado al gatito y has dejado escapar al gato.
        Las voces se apagaron. Sam oyó el sonido de las pisadas que se alejaban.
      Empezaba a recobrarse y ahora se sentía furioso.
        —¡Lo hice todo mal! —gritó—. Sabía que iba a pasar. ¡Ahora ellos lo tienen,
   814   815   816   817   818   819   820   821   822   823   824