Page 929 - El Señor de los Anillos
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Ahora no van más. El camino fue olvidado, pero no por los Hombres Salvajes.
Por encima de la colina y detrás de la colina, todavía sigue allí bajo la hierba y el
árbol, atrás del Rimmon; y bajando por el Dîn, vuelve a unirse al Camino de los
Jinetes. Los Hombres Salvajes os mostrarán ese camino. Entonces mataréis
gorgûn y con el hierro brillante ahuyentaréis la oscuridad maligna, y los
Hombres Salvajes podrán dormir otra vez en los bosques salvajes.
Eomer y el rey deliberaron un momento en la lengua de ellos. Al cabo,
Théoden se volvió al Hombre Salvaje.
—Aceptamos tu ofrecimiento —le dijo—. Pues aun cuando dejemos atrás
una hueste de enemigos ¿qué puede importarnos? Si la Ciudad de Piedra
sucumbe, no habrá retorno para nosotros, y si se salva, entonces serán las huestes
de los orcos las que tendrán cortada la retirada. Si eres leal, Ghân-buri-Ghân,
recibirás una buena recompensa, y contarás para siempre con la amistad de la
Marca.
—Los hombres muertos no son amigos de los vivos y no hacen regalos —dijo
el Hombre Salvaje—. Pero si sobrevivís a la Oscuridad, dejad que los Hombres
Salvajes vivan tranquilos en los bosques y nunca más los persigáis como a
bestias. Ghân-buri-Ghân no os conducirá a ninguna trampa. Él mismo irá con el
padre de los jinetes, y si lo guía mal, lo mataréis.
—Sea —dijo Théoden.
—¿Cuánto tardaremos en adelantarnos al enemigo y volver al camino? —
preguntó Eomer—. Si tú nos guías tendremos que avanzar al paso; y el camino ha
de ser estrecho.
—Los Hombres Salvajes son de pies ligeros —dijo Ghân—. Allá lejos el
camino es ancho, para cuatro caballos en el Pedregal de las Carretas —señaló
con la mano hacia el sur—, pero es estrecho al comienzo y al final. El Hombre
Salvaje puede caminar de aquí a Dîn entre la salida del sol y mediodía.
—Entonces hemos de estimar por lo menos siete horas para las primeras filas
—dijo Eomer—; pero más vale contar unas diez en total. Algo imprevisible
podría retrasarnos, y si el ejército tiene que avanzar en filas, necesitaremos un
tiempo para reordenarlo al salir de las lomas. ¿Qué hora es?
—¿Quién puede saberlo? —dijo Théoden—. Todo es noche ahora.
—Todo está oscuro, pero no todo es noche —dijo Ghân—. Cuando el sol se
levanta nosotros lo sentimos, aunque esté escondido. Ya trepa sobre las montañas
del este. Se abre el día en los campos del cielo.
—Entonces tenemos que partir cuanto antes —dijo Eomer—. Aun así, no hay
esperanzas de que lleguemos hoy a socorrer a Gondor.
Sin esperar a oír más, Merry se escurrió, y fue a prepararse para la orden de
partida. Esta era la última jornada anterior a la batalla. Y aunque le parecía