Page 928 - El Señor de los Anillos
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cintura. Merry tuvo la impresión de que lo había visto antes en alguna parte, y
      recordó de pronto a los hombres Púkel del Sagrario. Era como si una de aquellas
      imágenes legendarias hubiese cobrado vida, o quizás un auténtico descendiente
      de los hombres que sirvieran de modelos a los artistas hacía tiempo olvidados.
        Estaban en silencio cuando Merry se aproximó, pero al cabo de un momento
      el Hombre Salvaje empezó a hablar, como en respuesta a una pregunta. Tenía
      una voz profunda y gutural, y Merry oyó con asombro que hablaba en la Lengua
      Común, aunque de un modo entrecortado e intercalando palabras extrañas.
        —No,  padre-de-los-jinetes  —dijo—,  nosotros  no  peleamos,  solamente
      cazamos.  Matamos  a  los  gorgûn  en  los  bosques,  aborrecemos  a  los  orcos.
      También  vosotros  aborrecéis  a  los  gorgûn.  Ayudamos  como  podemos.  Los
      Hombres Salvajes tienen orejas largas, ojos largos. Conocen todos los senderos.
      Los  Hombres  Salvajes  viven  aquí  antes  que  Casas-de-Piedra;  antes  que  los
      Hombres Altos vinieran de las aguas.
        —Pero lo que necesitamos es ayuda en la batalla —dijo Eomer—. ¿Cómo
      podréis ayudarnos, tú y tu gente?
        —Traemos noticias —dijo el Hombre Salvaje—. Nosotros observamos desde
      las lomas. Trepamos a la montaña alta y miramos abajo. Ciudad de Piedra está
      cerrada. Hay fuego allá fuera; ahora también dentro. ¿Allí queréis ir? Entonces,
      hay que darse prisa. Pero los gorgûn y los hombres venidos de lejos —movió un
      brazo corto y nudoso apuntando al este— esperan en el camino de los caballos.
      Muchos, muchos más que todos los jinetes.
        —¿Cómo lo sabes? —preguntó Eomer.
        El rostro chato y los ojos oscuros del viejo no expresaban nada, pero en la voz
      había un hosco descontento.
        —Hombres Salvajes son salvajes, libres, pero no niños —replicó—. Yo soy
      gran jefe Ghân-buri-Ghân. Yo cuento muchas cosas: estrellas en el cielo, hojas
      en los árboles, hombres en la oscuridad. Vosotros tenéis veinte veintenas contadas
      cinco  veces  más  cinco.  Ellos  tienen  más.  Gran  batalla,  ¿y  quién  ganará?  Y
      muchos otros caminan alrededor de los muros de Casas-de-Piedra.
        —Ay, con demasiado tino habla —dijo Théoden—. Y los batidores nos dicen
      que han cavado fosos y que hay hogueras emboscadas a lo largo del camino.
      Nos será imposible tomarlos por sorpresa y arrasarlos.
        —Pero tenemos que actuar con rapidez —dijo Eomer—. ¡Mundburgo está en
      llamas!
        —¡Dejad  terminar  a  Ghân-buri-Ghân!  —dijo  el  Hombre  Salvaje—.  Él
      conoce más de un camino. Él os guiará por sendero sin fosos, que los gorgûn no
      pisan,  sólo  los  Hombres  Salvajes  y  las  bestias.  Muchos  caminos  construyó  la
      Gente-de-Casas-de-Piedra cuando era más fuerte. Despedazaban colinas como
      cazadores  despedazan  carne  de  animales.  Los  Hombres  Salvajes  creen  que
      comían  piedras.  Iban  con  grandes  carretas  a  Rimmon  a  través  del  Drúadan.
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