Page 933 - El Señor de los Anillos
P. 933
séquito les habló con voz clara, para que muchos de los jinetes del primer éored
también pudiesen escucharlo.
—¡Jinetes de la Marca, hijos de Eorl, la hora ha llegado! Lejos os encontráis
de vuestros hogares, y ya tenéis por delante el fuego y el enemigo. Vais a
combatir en campos extranjeros, pero la gloria que ganéis será vuestra para
siempre. Habéis prestado juramento: ¡Id ahora a cumplirlo, en nombre de
vuestro rey, de vuestra tierra y la alianza de amistad!
Los hombres golpearon las lanzas contra el brocal de los escudos.
—¡Eomer, hijo mío! Tú irás a la cabeza del primer éored —dijo Théoden—,
que marchará en el centro detrás del estandarte real. Elfhelm, conduce a tu
compañía hacia la derecha cuando hayamos pasado el muro. Y que Grimbold
lleve la suya hacia la izquierda. Las compañías restantes seguirán a estas tres
primeras, a medida que vayan llegando. Y allí donde encontréis hordas de
enemigos, atacad. Otros planes no podemos hacer, pues ignoramos aún cómo
están las cosas en el campo. ¡Adelante ahora, y que no os arredre la oscuridad!
La primera compañía partió tan rápidamente como pudo, pues pese a lo
augurado por Widfara la oscuridad era todavía profunda. Merry iba montado en
la grupa del caballo de Dernhelm, y mientras se sostenía con la mano izquierda,
con la otra procuraba desenvainar la espada. Ahora sentía en carne viva cuánto
había de verdad en las palabras del rey: ¿Qué harías tú, Meriadoc, en semejante
batalla? « Lo que estoy haciendo, ni más ni menos» , se dijo: « convertirme en un
estorbo para un jinete, ¡y conseguir al menos mantenerme en la silla y no morir
aplastado bajo los cascos!» .
Una distancia de apenas una legua los separaba del sitio donde antes se alzaban
las murallas, y poco les llevó recorrerlas: demasiado poco para el gusto de
Merry. Hubo gritos salvajes y algún ruido de armas, pero la escaramuza fue
breve. Los orcos en actividad alrededor de las murallas eran poco numerosos, y
tomados por sorpresa fue fácil abatirlos, o al menos obligarlos a retroceder. Ante
la puerta en ruinas del norte del Rammas, el rey ordenó un nuevo alto. Tras él, y
flanqueándolo por ambos lados, se detuvo el primer éored. Dernhelm continuaba
cabalgando a pocos pasos del rey, pese a que la compañía de Elfhelm se había
desviado a la derecha. Los hombres de Grimbold fueron hacia el este y un poco
más lejos penetraron por una brecha en el muro.
Merry espió por detrás de la espalda de Dernhelm. A lo lejos, a diez millas o
quizá más, había un gran incendio; pero a media distancia las líneas de fuego
ardían en una vasta media luna, y el cuerno más próximo estaba a sólo una legua
de las primeras filas de jinetes. Nada más distinguió el hobbit en la oscuridad de
la llanura, ni vio por el momento ninguna esperanza de amanecer, ni sintió el más
leve soplo de viento cambiante o no.