Page 973 - El Señor de los Anillos
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—.  ¡Que  la  Comarca  viva  siempre  y  no  se  marchite!  —Y  luego  de  besar  a
      Merry abandonó la estancia seguido por Gandalf.

      Pippin se quedó a solas con su amigo.
        —¿Hubo alguna vez otro como él? —dijo—. Descontando a Gandalf, desde
      luego. Sospecho que han de estar emparentados. Mi querido asno, tu paquete lo
      tienes al lado de la cama, y lo llevabas a la espalda cuando te encontré. Y él lo
      estuvo viendo todo el tiempo, como es natural. De todos modos, aquí tengo un
      poco de la mía. ¡Mano a la obra! Es Hoja del Valle. Llena la pipa mientras yo
      voy en busca de algo para comer. Y luego a tomar la vida con calma por un rato.
      ¡Qué le vamos a hacer! Nosotros, los Tuk y los Brandigamo no podemos vivir
      mucho tiempo en las alturas.
        —Es cierto —dijo Merry—. Yo no lo consigo. No por el momento, en todo
      caso. Pero al menos, Pippin, ahora podemos verlas, y honrarlas. Lo mejor es
      amar ante todo aquello que nos corresponde amar, supongo; hay que empezar
      por algo, y echar raíces, y el suelo de la Comarca es profundo. Sin embargo, hay
      cosas  más  profundas  y  más  altas.  Y  si  no  fuera  por  ellas,  y  aunque  no  las
      conozca, ningún compadre podría cultivar la huerta en lo que él llama paz. A mí
      me alegra saber de estas cosas, un poco. Pero no sé por qué estoy hablando así.
      ¿Dónde tienes esa hoja? Y saca la pipa de mi paquete, si no está rota.
        Aragorn y Gandalf fueron a ver al Mayoral de las Casas de Curación, y le
      explicaron que Faramir y Eowyn necesitaban permanecer allí y ser atendidos
      con cuidado aún durante muchos días.
        —La Dama Eowyn —dijo Aragorn—. Pronto querrá levantarse y partir; es
      menester  impedirlo  y  tratar  de  retenerla  aquí  hasta  que  hayan  pasado  por  lo
      menos diez días.
        —En cuanto a Faramir —dijo Gandalf—, pronto tendrá que enterarse de que
      su  padre  ha  muerto.  Pero  no  habrá  que  contarle  la  historia  de  la  locura  de
      Denethor hasta que haya curado del todo, y tenga tareas que cumplir. ¡Cuida que
      Beregond y el perian que presenciaron la muerte no le hablen todavía de estas
      cosas!
        —Y el otro perian, Meriadoc, que tengo a mi cuidado ¿qué hago con él? —
      preguntó el Mayoral.
        —Es probable que mañana esté en condiciones de levantarse un rato —dijo
      Aragorn—. Permíteselo, si lo desea. Podrá hacer un breve paseo, en compañía
      de sus amigos.
        —Qué raza tan extraordinaria —dijo el Mayoral, moviendo la cabeza—. De
      fibra dura, diría yo.
        Un  gran  gentío  esperaba  a  Aragorn  junto  a  las  puertas  de  las  Casas  de
      Curación;  y  lo  siguieron;  y  cuando  hubo  cenado,  fueron  y  le  suplicaron  que
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