Page 977 - El Señor de los Anillos
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marcha  a  los  Puertos,  este  mundo  será  muy  monótono  para  los  que  están
      condenados a quedarse.
        —¡Monótono y triste por cierto! —dijo Merry—. No marches a los Puertos,
      Legolas.  Siempre  habrá  gente,  grande  o  pequeña,  y  hasta  algún  enano  sabio
      como  Gimli,  que  tendrá  necesidad  de  ti.  Al  menos  eso  espero.  Aunque  me
      parece a veces que lo peor de esta guerra no ha pasado aún. ¡Cuánto desearía
      que todo terminase, y terminase bien!
        —¡No  te  pongas  tan  lúgubre!  —exclamó  Pippin—.  El  sol  brilla,  y  aquí
      estamos,  otra  vez  reunidos,  por  lo  menos  por  un  día  o  dos.  Quiero  saber  más
      acerca  de  todos  vosotros.  ¡A  ver,  Gimli!  Esta  mañana  tú  y  Legolas  habéis
      mencionado  no  menos  de  una  docena  de  veces  el  extraordinario  viaje  con
      Trancos. Pero no me habéis contado nada.
        —Aquí puede que brille el sol —replicó Gimli—, pero hay recuerdos de ese
      camino  que  prefiero  no  sacar  de  las  sombras.  De  haber  sabido  lo  que  me
      esperaba, creo que ninguna amistad me hubiera obligado a tomar los Senderos de
      los Muertos.
        —¡Los  Senderos  de  los  Muertos!  —dijo  Pippin—.  Se  los  oí  nombrar  a
      Aragorn, y me preguntaba de qué hablaría. ¿No nos quieres decir algo más?
        —No por mi gusto —respondió Gimli—. Pues en ese camino me cubrí de
      vergüenza:  Gimli  hijo  de  Glóin,  que  se  consideraba  más  resistente  que  los
      hombres y más intrépido bajo tierra que ningún elfo. Pero no demostré ni lo uno
      ni lo otro, y si continué hasta el fin, fue sólo por la voluntad de Aragorn.
        —Y también por amor a él —dijo Legolas—. Porque todos cuantos llegan a
      conocerle llegan a amarlo, cada cual a su manera, hasta la fría doncella de los
      Rohirrim. Partimos del Sagrario a primera hora de la mañana del día en que tú
      llegaste, Merry, y era tal el miedo que los dominaba a todos, que nadie se atrevió
      a asistir a la partida salvo la Dama Eowyn, que ahora yace herida en esta casa.
      Hubo tristeza en esa separación, y me apenó presenciarla.
        —Y yo ¡ay!, sólo me compadecía de mí mismo —dijo Gimli—. ¡No! No
      hablaré de ese viaje.
        Y no pronunció una palabra más; pero Pippin y Merry estaban tan ávidos de
      noticias que Legolas dijo, al cabo:
        —Os  contaré  lo  que  baste  para  apaciguar  vuestra  ansiedad;  porque  yo  no
      sentí el horror, ni temí a los espectros de los hombres, que me parecieron frágiles
      e impotentes.
        Habló entonces brevemente de la senda siniestra, de la tétrica cita en Erech,
      y de la larga cabalgata, noventa y tres leguas de camino hasta Pelargir en las
      márgenes del Anduin.
        —Cuatro días y cuatro noches cabalgamos desde la Piedra Negra —dijo—, y
      entrábamos  en  el  quinto  día  cuando  he  aquí  que  de  pronto,  en  las  tinieblas  de
      Mordor,  renació  mi  esperanza;  porque  en  aquella  oscuridad  el  Ejército  de  las
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