Page 981 - El Señor de los Anillos
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llamas."
        » Pero  a  la  medianoche  vino  en  verdad  la  esperanza.  Hombres  del  Ethir,
      lobos  de  mar,  avezados,  atisbando  el  cielo  del  sur  anunciaron  un  cambio,  un
      viento  fresco  que  soplaba  del  Mar.  Mucho  antes  del  día,  los  navíos  izaron  las
      velas, y empezamos a navegar con mayor rapidez, hasta que el alba blanqueó la
      espuma en nuestras proas. Y así, como sabéis, llegamos a la hora tercera de la
      mañana, con el viento a favor y un sol despejado, y en la batalla desplegamos el
      gran estandarte. Fue un gran día y una gran hora, aunque no sepamos qué pasará
      mañana.
        —Pase lo que pase, el valor de las grandes hazañas no merma nunca —dijo
      Legolas—. Una grande hazaña fue la cabalgata por los Senderos de los Muertos,
      y lo seguirá siendo aunque nadie quede en Gondor para cantarla.
        —Cosa  bastante  probable  —dijo  Gimli.  Pues  Aragorn  y  Gandalf  parecen
      muy serios. Me pregunto qué decisiones estarán tomando allá abajo en la tienda.
      Yo por mi parte, lo mismo que Merry, desearía que con nuestra victoria la guerra
      hubiese  terminado  para  siempre.  Pero  si  aún  queda  algo  por  hacer,  espero
      participar, por el honor del pueblo de la Montaña Solitaria.
        —Y yo por el del pueblo del Bosque Grande —dijo Legolas—, y por amor al
      Señor del Árbol Blanco.
        Luego  los  compañeros  callaron,  pero  se  quedaron  sentados  un  tiempo  en
      aquel sitio elevado, cada uno ocupado con sus propios pensamientos, mientras los
      Capitanes deliberaban.
        Tan pronto como se hubo separado de Legolas y Gimli, el Príncipe Imrahil
      mandó  llamar  a  Eomer;  y  salió  con  él  de  la  ciudad,  y  descendieron  hasta  las
      tiendas de Aragorn en el campo, no lejos del sitio en que cayera el Rey Théoden.
      Y allí, reunidos con Gandalf y Aragorn y los hijos de Elrond, celebraron consejo.
        —Señores —dijo Gandalf—, escuchad las palabras del Senescal de Gondor
      antes de morir: Durante un tiempo triunfarás quizás en los campos del Pelennor,
      por  un  breve  día,  mas  contra  el  poder  que  ahora  se  levanta  no  hay  victoria
      posible. No es que os exhorte a que como él os dejéis llevar por la desesperación,
      pero sí a que sopeséis la verdad que encierran estas palabras.
        » Las  Piedras  que  ven  no  engañan:  ni  el  mismísimo  Señor  de  Barad-dûr
      podría obligarlas a eso. Podría quizá decidir sobre lo que verán las mentes más
      débiles, o hacer que interpreten mal el significado de lo que ven. No obstante, es
      indudable que cuando Denethor veía en Mordor grandes fuerzas que se disponían
      a atacarlo, mientras reclutaban otras nuevas, veía algo que era cierto.
        « Nuestra  fuerza  ha  alcanzado  apenas  para  contener  la  primera  gran
      acometida. La próxima será más violenta. Esta es, por lo tanto, una guerra sin
      esperanza,  como  Denethor  adivinó.  La  victoria  no  podrá  conquistarse  por  las
      armas, ya no os mováis de aquí y soportéis un asedio tras otro, ya avancéis para
      ser aniquilados  al  otro  lado  del río.  Sólo  os  queda elegir  entre  dos  males;  y  la
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