Page 982 - El Señor de los Anillos
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prudencia  aconsejaría  reforzar  las  defensas,  y  esperar  el  ataque;  así  podréis
      prolongar un poco el tiempo que os resta.
        —¿Propones entonces que nos retiremos a Minas Tirith, o a Dol Amroth, o al
      Sagrario, y que nos sentemos allí como niños sobre castillos de arena mientras
      sube la marea? —dijo Imrahil.
        —No habría en tal consejo nada nuevo —dijo Gandalf—. ¿No es acaso lo que
      habéis hecho, o poco más, durante los años de Denethor? ¡Pero no! Dije que eso
      sería lo prudente. Yo no aconsejo la prudencia. Dije que la victoria no podía ser
      conquistada con las armas. Confío aún en la victoria, ya no en las armas. Porque
      en todo esto cuenta el Anillo de Poder: el sostén de Barad-dûr y la esperanza de
      Sauron.
        » Y  de  este  asunto  conocéis  todos  bastante  como  para  entender  en  qué
      situación  estamos,  así  como  Sauron.  Si  reconquista  el  Anillo,  vuestro  valor  es
      vano, y la victoria de él será rápida y definitiva: tan definitiva que nadie puede
      saber  si  terminará  alguna  vez,  mientras  dure  este  mundo.  Y  si  el  Anillo  es
      destruido,  Sauron  caerá;  y  tan  baja  será  su  caída  que  nadie  puede  saber  si
      volverá a levantarse algún día. Pues habrá perdido la mejor parte de la fuerza
      que era innata en él en un principio, y todo cuanto fue creado o construido con
      ese poder se derrumbará, y él quedará mutilado para siempre, convertido en un
      mero espíritu maligno que se atormenta a sí mismo en las tinieblas, y nunca más
      volverá a crecer y a tener forma. Y así uno de los grandes males de este mundo
      habrá desaparecido.
        » Otros males podrán sobrevenir, porque Sauron mismo no es nada más que
      un siervo o un emisario. Pero no nos atañe a nosotros dominar todas las mareas
      del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos por el bien de los días que
      nos ha tocado vivir, extirpando el mal en los campos que conocemos, y dejando
      a los que vendrán después una tierra limpia para la labranza. Pero que tengan sol
      o lluvia, no depende de nosotros.
        » Ahora Sauron sabe todo esto, y sabe además que el tesoro perdido ha sido
      encontrado  otra  vez,  aunque  ignora  todavía  dónde  está,  o  al  menos  eso
      esperamos. Y una duda lo atormenta. Porque si lo tuviésemos, hay entre nosotros
      hombres fuertes que podrían utilizarlo. También eso lo sabe. Pues ¿me equivoco,
      Aragorn, al pensar que te mostraste a él en la Piedra de Orthanc?
        —Lo hice antes de partir de Cuernavilla —respondió Aragorn—. Consideré
      que el momento era propicio, y que la Piedra había llegado a mis manos para
      ese  fin.  Hacía  entonces  diez  días  que  el  Portador  del  Anillo  había  salido  de
      Rauros, rumbo al este, y pensé que era necesario atraer al Ojo de Sauron fuera
      de su propio país. Pocas veces, demasiado pocas ha sido desafiado desde que se
      retiró  a  la  Torre.  Aunque  si  hubiera  previsto  la  rapidez  con  que  respondería
      atacándonos, tal vez no me habría mostrado a él. Apenas me alcanzó el tiempo
      para acudir en vuestra ayuda.
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