Page 984 - El Señor de los Anillos
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sabiendo al morir que no habrá ninguna nueva era.
        Durante un rato todos guardaron silencio. Al fin habló Aragorn:
        —Así  como  he  comenzado,  así  continuaré.  Nos  acercamos  al  borde  del
      abismo, donde la esperanza y la desesperación se hermanan. Titubear equivale a
      caer. Que nadie se oponga ahora a los consejos de Gandalf, cuya larga lucha
      contra Sauron culmina al fin. Si no fuese por él, hace tiempo que todo se habría
      perdido para siempre. Sin embargo, no pretendo todavía dar órdenes a nadie; que
      cada cual decida según su propia voluntad.
        Entonces dijo Elrohir:
        —Del  Norte  hemos  venido  con  este  propósito,  y  de  Elrond  nuestro  padre
      recibimos el mismo consejo. No volveremos sobre nuestros pasos.
        —En cuanto a mí —dijo Eomer— poco entiendo de tan profundas cuestiones;
      mas no lo necesito. Lo que sé, y con ello me basta, es que así como mi amigo
      Aragorn me socorrió a mí y a mi pueblo, así acudiré yo en ayuda de él, cuando
      él me llame. Iré.
        —Yo, por mi parte —dijo Imrahil—, considero al Señor Aragorn como mi
      soberano, quiera él o no reivindicar tal derecho. Los deseos de él son órdenes
      para mí. También yo iré. No obstante, puesto que reemplazo por algún tiempo al
      Senescal de Gondor, primero he de pensar en su pueblo. No desoigamos aún del
      todo  la  voz  de  la  prudencia.  Pues  hemos  de  estar  preparados  contra  cualquier
      posibilidad,  buena  o  mala.  Todavía  puede  ocurrir  que  triunfemos,  y  mientras
      quede alguna esperanza, Gondor tiene que ser protegida. No quisiera retornar en
      triunfo  a  una  ciudad  en  ruinas  y  ver  a  nuestro  paso  las  tierras  devastadas.  Y
      sabemos por los Rohirrim que en nuestra frontera septentrional espera un ejército
      todavía intacto.
        —Es cierto —dijo Gandalf—. No te aconsejo que dejes la ciudad indefensa.
      Y en verdad, no es necesario que llevemos al este una fuerza poderosa, como
      para emprender un ataque verdadero y en serio contra Mordor, pero sí suficiente
      para  desafiarlos  a  presentar  batalla.  Y  tendrá  que  ponerse  en  marcha  muy
      pronto.  Yo  pregunto  a  los  Capitanes:  ¿con  qué  fuerza  podríamos  contar  en  un
      plazo  de  dos  días?  Es  imprescindible  que  sean  hombres  valerosos,  que  vayan
      voluntariamente, conscientes del peligro.
        —Todos  los  hombres  están  fatigados,  y  hay  numerosos  heridos,  leves  y
      graves —dijo Eomer—, y también se han perdido muchos caballos, lo que es
      difícil de reparar. Si en verdad tenemos que partir tan pronto, dudo que pueda
      llevar conmigo más de dos mil hombres, dejando otros tantos para la defensa.
        —No hemos de contar sólo con los que combatieron en este campo —dijo
      Aragorn—. Ahora que las costas han quedado libres de enemigos, llegan nuevas
      fuerzas  de  los  feudos  del  sur.  Cuatro  mil  envié  dos  días  atrás  desde  Pelargir  a
      través de Lossarnach; y Angbor el intrépido cabalga al frente. Si partimos dentro
      de dos días, estarán cerca de aquí bastante antes. Además he ordenado a muchos
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