Page 988 - El Señor de los Anillos
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—¡Vamos, maese Ferian! —dijo el muchacho—. Veo que todavía te duele.
      Te ayudaré a regresar a las Casas de Curación. ¡Pero no temas! Volverán. Los
      Hombres de Minas Tirith jamás serán derrotados. Y ahora tienen al Señor Piedra
      de Elfo, y también a Beregond de la Guardia.
      El  ejército  llegó  a  Osgiliath  antes  del  mediodía.  Allí  todos  los  operarios  y
      artesanos  disponibles  estaban  ocupados.  Algunos  reforzaban  las  barcazas  y  los
      puentes  que  el  enemigo  había  construido,  y  destruido  en  parte  al  huir;  otros
      almacenaban los víveres y recogían el botín, y otros levantaban de prisa obras de
      defensa en la margen oriental del río.
        La vanguardia pasó por las ruinas de la Antigua Gondor, y luego por encima
      del ancho río, y tomó el camino largo y recto construido en otros días entre la
      hermosa Torre del Sol y la elevada Torre de la Luna, ahora convertida en Minas
      Morgul,  en  el  valle  maldito.  Cinco  leguas  más  allá  de  Osgiliath  se  detuvieron,
      concluyendo la primera jornada de marcha.
        Pero los jinetes continuaron avanzando y antes de la noche habían llegado a
      la Encrucijada y al gran círculo de árboles: allí todo era silencio. No se veían
      rastros del enemigo, ni se escuchaban gritos ni clamores; ni un solo dardo había
      volado  desde  las  rocas  o  los  matorrales  próximos,  y  sin  embargo  mientras
      avanzaban sentían cada vez más que la tierra vigilaba alrededor. Los árboles, las
      piedras y el follaje, las briznas de hierba, todo parecía escuchar. La oscuridad se
      había  disipado,  y  el  sol  se  ponía  a  lo  lejos  en  el  valle  del  Anduin,  y  los  picos
      blancos de las montañas se arrebolaban en el aire azul; pero había una sombra y
      una tiniebla sobre los Ephel Dúath.
        Apostando a los trompetas del ejército en cada uno de los cuatro senderos que
      desembocaban en el círculo de árboles, Aragorn ordenó que tocasen una gran
      fanfarria, y a los heraldos que gritasen: « Los Señores de Gondor han vuelto, y
      han rescatado estos territorios que les pertenecen.»  Y la horrorosa máscara de
      orco  sobre  la  mutilada  estatua  de  piedra  fue  arrojada  al  suelo  y  rota  en  mil
      pedazos, y recogiendo la cabeza del viejo rey, todavía coronada de flores blancas
      y doradas, la colocaron de nuevo en su sitio; y limpiaron y borraron todas las
      inscripciones inmundas que los orcos habían puesto en la piedra.
        Durante  el  debate,  algunos  habían  aconsejado  que  Minas  Morgul  fuese  el
      primer blanco, y que si lograban tomarla, la destruyesen totalmente, sin dejar
      piedra sobre piedra.
        —Y acaso —había dicho Imrahil— el camino que desde allí conduce al paso
      entre las cumbres sea una vía de ataque al Señor Oscuro más accesible que la
      puerta del Norte.
        Pero  Gandalf  se  había  opuesto  terminantemente,  no  sólo  a  causa  de  los
      maleficios que pesaban sobre el valle, donde las mentes de los vivos enloquecían
      de  horror,  sino  también  por  las  noticias  que  había  traído  Faramir.  Porque  si  el
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