Page 992 - El Señor de los Anillos
P. 992

de  los  Dientes;  y  supieron  que  estaban  al  acecho.  Pero  el  enemigo  no  se
      mostraba aún.
        No  les  quedaba  otro  remedio  que  representar  la  comedia  hasta  el  final.
      Aragorn ordenó el ejército del mejor modo posible, en dos grandes colinas de
      piedra y tierra que los orcos habían amontonado en años y años de labor. Ante
      ellos y hacia Mordor, se abrían como un foso un gran cenagal infecto y unos
      pantanos pestilentes. Cuando todo estuvo en orden, los Capitanes cabalgaron hacia
      la Puerta Negra con una fuerte guardia de caballería, llevando el estandarte, y
      acompañados  por  los  heraldos  y  los  trompetas.  A  la  cabeza  iban  Gandalf  de
      primer heraldo, y Aragorn con los hijos de Elrond, y Eomer de Rohan, e Imrahil;
      y Legolas y Gimli y Peregrin fueron invitados a seguirlos, pues deseaban que
      todos los pueblos enemigos de Mordor contaran con un testigo.
        Cuando estuvieron al alcance de la voz, desplegaron el estandarte y soplaron
      las trompetas; y los heraldos se adelantaron y elevaron sus voces por encima del
      muro almenado de Mordor.
        —¡Salid! —gritaron—. ¡Que salga el Señor de la Tierra Tenebrosa! Se le hará
      justicia. Porque ha declarado contra Gondor una guerra injusta, y ha devastado
      sus territorios. El Rey de Gondor le exige que repare los daños, y que se marche
      para siempre. ¡Salid!
        Siguió un largo silencio; ni un grito, ni un rumor llegó como respuesta desde la
      puerta y los muros. Pero ya Sauron había trazado sus planes: antes de asestar el
      golpe mortal, se proponía jugar cruelmente con aquellos ratones. De pronto, en el
      momento  en  que  los  Capitanes  ya  estaban  a  punto  de  retirarse,  el  silencio  se
      quebró.  Se  oyó  un  prolongado  redoble  de  tambores,  como  un  trueno  en  las
      montañas,  seguido  de  una  algarabía  de  cuernos  que  estremeció  las  piedras  y
      ensordeció a los hombres; y el batiente central de la Puerta Negra rechinó con
      estrépito y se abrió de golpe dando paso a una embajada de la Torre Oscura.
        La encabezaba una figura alta y maléfica, montada en un caballo negro, si
      aquella  criatura  enorme  y  horrenda  era  en  verdad  un  caballo;  la  máscara  de
      terror de la cara más parecía una calavera que una cabeza con vida; y echaba
      fuego por las cuencas de los ojos y por los ollares. Un manto negro cubría por
      completo al jinete, y negro era también el yelmo de cimera alta; no se trataba,
      sin embargo, de uno de los Espectros del Anillo; era un hombre y estaba vivo.
      Era el Lugarteniente de la Torre de Barad-dûr, y ninguna historia recuerda su
      nombre, porque hasta él lo había olvidado, y decía: « Yo soy la Boca de Sauron.»
      Pero se  murmuraba  que  era un  renegado,  descendiente  de  los Númenoreanos
      Negros, que se habían establecido en la Tierra Media durante la supremacía de
      Sauron. Veneraban a Sauron, pues estaban enamorados de las ciencias del mal.
      Habían  entrado  al  servicio  de  la  Torre  Oscura  en  tiempos  de  la  primera
      reconstrucción,  y  con  astucia  se  había  elevado  en  los  favores  del  Señor;  y
      aprendió los secretos de la hechicería, y conocía muchos de los pensamientos de
   987   988   989   990   991   992   993   994   995   996   997