Page 975 - El Señor de los Anillos
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                     La última deliberación
      A maneció el día siguiente a la batalla, una mañana clara, de nubes ligeras y un
      viento  que  viraba  hacia  el  oeste.  Legolas  y  Gimli,  que  estaban  en  pie  desde
      temprano, pidieron permiso para subir a la ciudad, pues querían ver en seguida a
      Merry y a Pippin.
        —Es  bueno  saber  que  están  vivos  —dijo  Gimli—;  porque  durante  nuestra
      marcha a través de Rohan nos costaron no pocas penurias, y no me gustaría que
      todo ese esfuerzo hubiera sido en vano.
        El elfo y el enano entraron juntos en Minas Tirith, y la gente que los veía
      pasar contemplaba maravillada a esos dos extraños compañeros: porque Legolas
      era  de  una  belleza  más  que  humana,  y  mientras  caminaba  en  la  mañana
      entonaba con voz clara una canción élfica; Gimli en cambio marchaba junto al
      elfo con un andar reposado, y se acariciaba la barba, y miraba todo alrededor.
        —Hay  buena  mampostería  —dijo,  observando  los  muros—;  pero  también
      otras no tan buenas, y las calles podrían estar mejor trazadas. Cuando Aragorn
      obtenga  lo  que  es  suyo,  le  ofreceré  los  servicios  de  los  picapedreros  de  la
      Montaña, y entonces convertiremos a Minas Tirith en una ciudad de la que podrá
      sentirse muy orgulloso.
        —Lo que necesitan son más jardines —dijo Legolas—. Las casas están como
      muertas, y es demasiado poco lo que crece aquí con alegría. Si Aragorn obtiene
      un día lo que es suyo, los habitantes del Bosque le traerán pájaros que cantan y
      árboles que no mueren.
      Encontraron por fin al príncipe Imrahil, y Legolas lo miró, y se inclinó ante él
      profundamente; porque vio que en verdad estaba ante alguien que tenía sangre
      élfica en las venas.
        —¡Salve,  Señor!  —dijo—.  Hace  ya  mucho  tiempo  que  el  pueblo  de
      Nimrodel abandonó los bosques de Lorien, pero se puede ver aún que no todos
      dejaron el puerto de Amroth y navegaron rumbo al Oeste.
        —Así lo dicen las tradiciones de mi tierra —respondió el príncipe—; y sin
      embargo nunca se ha visto allí a uno de la hermosa gente en años incontables. Y
      me maravilla encontrar uno aquí y ahora, en medio de la guerra y la tristeza.
      ¿Qué buscas?
        —Soy  uno  de  los  Nueve  Compañeros  que  partieron  de  Imladris  con
      Mithrandir  —dijo  Legolas—,  y  con  este  enano,  mi  amigo,  he  acompañado  al
      Señor Aragorn. Pero ahora deseamos ver a nuestros amigo Meriadoc y Peregrin,
      que están a tu cuidado, nos han dicho.
        —Los encontraréis en las Casas de Curación, y yo mismo os conduciré —
      dijo Imrahil.
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