Page 972 - El Señor de los Anillos
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—La hora de la cena ya pasada —dijo Pippin—; sin embargo, creo que
podría traerte algo, si me lo permiten.
—Te lo permitirán, sin duda —dijo Gandalf—. Y cualquier otra cosa que este
Jinete de Rohan pueda desear, si se la encuentra en Minas Tirith, donde su
nombre es altamente honrado.
—¡Bravo! —dijo Merry—. Entonces, ante todo quisiera cenar, y luego
fumarme una pipa. —Y al decir esto una nube le ensombreció la cara—. No, no
quiero ninguna pipa. No creo que vuelva a fumar nunca más.
—¿Por qué no? —preguntó Pippin.
—Bueno —respondió lentamente Merry—. Él está muerto. Y al pensar en
fumarme una pipa, todo me ha vuelto a la memoria. Me dijo que ya nunca más
podría cumplir su promesa de aprender de mí los secretos de la hierba. Fueron
casi sus últimas palabras. Nunca más podré volver a fumar sin pensar en él, y en
ese día, Pippin, cuando cabalgábamos rumbo a Isengard, y se mostró tan cortés.
—¡Fuma entonces, y piensa en él! —dijo Aragorn—. Porque tenía un
corazón bondadoso y era un gran rey, leal a todas sus promesas; y se levantó
desde las sombras a una última y hermosa mañana. Aunque le serviste poco
tiempo, es un recuerdo que guardarás con felicidad y orgullo hasta el fin de tus
días.
Merry sonrió.
—En ese caso, está bien —dijo—, y si Trancos me da de todo lo necesario,
fumaré y pensaré. Traía en mi equipaje un poco del mejor tabaco de Saruman,
pero qué habrá sido de él en la batalla, no lo sé, por cierto.
—Maese Meriadoc —dijo Aragorn—, si supones que he cabalgado a través
de las montañas y del reino de Gondor a sangre y a fuego para venir a traerle
hierba a un soldado distraído que pierde sus avíos, estás muy equivocado. Si nadie
ha hallado tu paquete, tendrás que mandar en busca del herborista de esta Casa.
Y él te dirá que ignoraba que la hierba que deseas tuviera virtud alguna, pero que
el vulgo la conoce como tabaco occidental, y que los nobles la llaman galena, y
tiene otros nombres en lenguas más cultas; y luego de recitarte unos versos casi
olvidados que ni él mismo entiende, lamentará decirte que no la hay en la casa, y
te dejará cavilando sobre la historia de las lenguas. Que es lo que ahora haré yo.
Porque no he dormido en una cama como ésta desde que partí del Sagrario, ni he
probado bocado desde la oscuridad que precedió al alba.
Merry tomó la mano de Aragorn y la besó.
—¡No te imaginas cuánto lo lamento! —dijo—. ¡Ve ahora mismo! Desde
aquella noche en Bree, no hemos sido para ti nada más que un estorbo. Pero en
semejantes circunstancias es natural que nosotros los hobbits hablemos a la
ligera, y digamos menos de lo que pensamos. Tememos decir demasiado, y no
encontramos las palabras justas cuando todas las bromas están fuera de lugar.
—Lo sé, de lo contrario no te respondería en el mismo tono —dijo Aragorn