Page 967 - El Señor de los Anillos
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los Nazgûl, como tú pensabas, habría muerto esa misma noche. Esta herida viene
      de alguna flecha sureña, diría yo. ¿Quién se la extrajo? ¿La habéis conservado?
        —Yo se la extraje —dijo Imrahil—. Y le restañé la herida. Pero no guardé la
      flecha, pues estábamos muy ocupados. Recuerdo que era un dardo común de los
      Hombres del Sur. Sin embargo, pensé que venía de la Sombra de allá arriba, pues
      de otro modo no podía explicarme la enfermedad y la fiebre, ya que la herida no
      era ni profunda ni mortal. ¿Qué explicación le das tú?
        —Agotamiento, pena por el estado del padre, una herida, y ante todo el Hálito
      Negro —dijo Aragorn—. Es un hombre de mucha voluntad, pues ya antes de
      combatir en los muros exteriores había estado bastante cerca de la Sombra. La
      oscuridad ha de haber entrado en él lentamente, mientras combatía y luchaba
      por mantenerse en su puesto de avanzada. ¡Ojalá yo hubiera podido acudir antes!
      En aquel momento entró el herborista.
        —Vuestra Señoría ha pedido hojas de reyes como la llaman los rústicos —
      dijo—, o athelas, en el lenguaje de los nobles, o para quienes conocen algo del
      valinoreano…
        —Yo lo conozco —dijo Aragorn—, y me da lo mismo que la llames hojas de
      reyes o asea aranion, con tal que tengas algunas.
        —¡Os pido perdón, señor! —dijo el hombre—. Veo que sois versado en la
      tradición, y no un simple capitán de guerra. Por desgracia, señor, no tenemos de
      estas hierbas en las Casas de Curación, donde sólo atendemos heridos o enfermos
      graves. Pues no les conocemos ninguna virtud particular, excepto tal vez la de
      purificar  un  aire  viciado,  o  la  de  aliviar  una  pesadez  pasajera.  A  menos,
      naturalmente, que uno preste oídos a las viejas coplas que las mujeres como la
      buena de Ioreth repiten todavía sin entender.
         Cuando sople el hálito negro
         y crezca la sombra de la muerte,
         y todas las luces se extingan,
         ¡ven athelas, ven athelas!
         ¡En la mano del rey
         da vida al moribundo!
        » No  es  más  que  una  copla,  temo,  guardada  en  la  memoria  de  las  viejas
      comadres. Dejo a vuestro juicio la interpretación del significado, si en verdad
      tiene alguno. Sin embargo, los viejos toman aún hoy una infusión de esta hierba
      para combatir el dolor de cabeza.
        —¡Entonces en nombre del rey, ve y busca algún viejo menos erudito y más
      sensato que tenga un poco en su casa! —gritó Gandalf.
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