Page 963 - El Señor de los Anillos
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que curan. Así el legítimo rey podría ser reconocido.
Y Gandalf, que se encontraba cerca, dijo:
—¡Que por largo tiempo recuerden los hombres tus palabras, Ioreth! Pues
hay esperanza en ellas. Tal vez un rey haya retornado en verdad a Gondor: ¿No
has oído las extrañas nuevas que han llegado a la ciudad?
—He estado demasiado atareada con una cosa y otra para prestar oídos a
todos los clamores y rumores —respondió Ioreth—. Sólo espero que esos
demonios sanguinarios no vengan ahora a esta casa y perturben a los enfermos.
Poco después Gandalf salió apresuradamente de la casa; el fuego se extinguía
ya en el cielo, y las colinas humeantes se desvanecían, y la ceniza gris de la
noche se tendía sobre los campos.
Ahora el sol se ponía, y Aragorn y Eomer e Imrahil se acercaban a la ciudad
escoltados por capitanes y caballeros; y cuando estuvieron delante de la Puerta,
Aragorn dijo:
—¡Mirad cómo se oculta el sol envuelto en llamas! Es la señal del fin y la
caída de muchas cosas, y de un cambio en las mareas del mundo. Sin embargo,
los Senescales administraron durante años esta ciudad y este reino, y si yo
entrase ahora sin ser convocado, temo que pudieran despertarse controversias y
dudas, que es preciso evitar mientras dure la guerra. No entraré, ni reivindicaré
derecho alguno hasta tanto se sepa quién prevalecerá, nosotros o Mordor. Los
hombres levantarán mis tiendas en el campo, y aquí esperaré la bienvenida del
Señor de la Ciudad.
Pero Eomer le dijo:
—Ya has desplegado el estandarte de los reyes y los emblemas de la Casa de
Elendil. ¿Tolerarías acaso que fueran desafiados?
—No —respondió Aragorn—. Pero creo que aún no ha llegado la hora; no he
venido a combatir sino a nuestro enemigo y a sus servidores.
Y el Príncipe Imrahil dijo:
—Sabias son tus palabras, Señor, si alguien que es pariente del Señor
Denethor puede opinar sobre este asunto. Es un hombre orgulloso y tenaz como
pocos, pero viejo; y desde que perdió a su hijo le ha cambiado el humor. No
obstante, no me gustaría verte esperando junto a la puerta como un mendigo.
—No un mendigo —replicó Aragorn—. Di más bien un Capitán de los
Montaraces, poco acostumbrado a las ciudades y a las casas de piedra. —Y
ordenó que plegaran el estandarte; y retirando la Estrella del Reino del Norte, la
entregó en custodia a los hijos de Elrond.
El Príncipe Imrahil y Eomer de Rohan se separaron entonces de Aragorn, y
atravesando la ciudad y el tumulto de las gentes, subieron a la ciudadela y