Page 36 - III Concurso Literario
P. 36
CATEGORÍA: 5
DISTINCIÓN: Mención Compartida
CUENTO: Mi buen amigo Arpegio
SEUDÓNIMO: Pluma de fuego
AUTORA: Eric Nahuel Song
GRADO: 5º B
Mi buen amigo Arpegio
Regresé al colegio después de unas cómodas y cortas vacaciones de invierno. En la
primera hora tuvimos Lengua, mi materia favorita, con la maestra Marina. Nos pidió que
narráramos lo que habíamos hecho durante las últimas dos semanas, pero como esta vez
con mi familia no habíamos viajado a ningún lugar, no sabía sobre qué podía escribir.
Pasaron varios minutos hasta que comencé a contar algo extraño que me había ocurrido
unos días atrás.
Desde que nos mudamos frente al parque Centenario, cada fin de semana mi papá y yo
salimos a caminar, a alimentar a los peces y patos de la laguna, a andar en bici o pasear
por la feria de artesanías. Fue el primer sábado de las vacaciones. Mientras mi papá se
quedó escuchando a una banda de músicos que tocaba al aire libre, yo me distraje
mirando a los pájaros que se acercaban a comer el maíz que les tiraba una señora. De
pronto se me cayó al suelo mi pequeño broche de bronce que me había regalado mi
mejor amigo. Cuando intenté levantarlo, una cotorra lo agarró con su pico y se fue
volando. Rápidamente la seguí en mi bicicleta y a los pocos metros soltó el broche cerca
de un gran árbol detrás del Museo de Ciencias Naturales y justo al lado vi que había un
huevito. Era de color verde agua. Lo levanté con mucho cuidado y lo envolví con mi
bufanda.
Apenas llegamos a casa lo puse en una cajita de cartón con mantitas, debajo de una
lámpara y me puse a hacer la tarea que nos habían dado las maestras. A la mañana
siguiente sentí unos picotazos en mi cabeza. ¡Era el pichoncito del huevo! Tenía el
tamaño de una pelotita de golf y sus plumas eran de color rosa claro. Habrá pensado que
yo era su mamá porque me seguía a todos lados. Parecía tener hambre y como no
teníamos lombrices le dimos unos fideos largos que se los comió en unos segundos.
Cuando estaba feliz aleteaba de acá para allá con un armonioso canto y por eso lo llamé
Arpegio. Todavía era muy chiquito y no sabía volar, así que lo hice practicar y cada día
avanzaba más. Iba hasta la mesa y volvía hacia mi mano. Nos divertíamos mucho.
Cuando yo tocaba el piano, él se quedaba quieto sobre mi hombro y cuando jugaba con
los Legos me alcanzaba algunas piezas perdidas. Me pregunto cómo las encontraba.
Una mañana, mientras tomaba el desayuno, vi caer algo en mi balcón. Era un clavo viejo.
Al otro día una moneda de cincuenta centavos, el siguiente una canica, luego una flor y
así algo diferente cada mañana. Me pareció muy extraño. Decidí despertarme más
temprano y descubrir cómo era que llegaban esas cosas hasta mi casa. De pronto vi un
ave entrar al balcón y soltar una semilla de su pico. En seguida noté que era la misma
cotorra que me había sacado el broche. Como Arpegio estaba un poco más grande, sus
plumas habían crecido y cambiado de color. Los dos eran muy parecidos, entonces me di
cuenta de que era su mamá y me estaba trayendo cosas para agradecerme por haber
cuidado de su bebé. Pensé y tomé la decisión de regresarlo con su mamá a su hogar. Al