Page 13 - Hacia una escuela ecohumanista
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Conocer y actuar 19
corremos el riesgo de cerrar el paso a rectificaciones o modificaciones que podrían
implicar una dinámica más viva y más interesante de nuestra relación con el grupo
y de las relaciones entre nuestros alumnos.
Conocer para actuar
Muestra gratuita
Nuestra actuación en el aula –la forma en que impulsamos procesos de apren-
dizaje y sinergias positivas– se tiene que basar en una respuesta adecuada y senti-
da, surgida desde nuestra propia reflexión, a la realidad compleja que se presenta
ante nosotros. Conocer y actuar. El contexto y las emociones de cada uno de los
alumnos nunca se puede plasmar con exactitud en un frío informe. Por lo tanto, en
la interacción diaria vamos acumulando información añadida, a veces vital para
poder administrar con sentido nuestro trabajo en el aula. Y siempre debemos ha-
cerlo desde el respeto y el apoyo. Lo que decidamos tiene su fundamento en lo que
conocemos, en las “pistas” que se nos presentan a diario.
Lo que debemos hacer, la pregunta kantiana central, tiene conexiones evidentes
con las otras dos. Se refiere a la ética de nuestro trabajo como docentes, a la im-
pregnación en valores que tenemos que infundir en el día a día. No se refiere solo
a la idoneidad de los contenidos y a la diversificación necesaria de metodologías
e intensidades, sino también al cuidado emocional, a los detalles que esto implica,
y que trataremos más adelante. Pretender enseñar contenidos sin un fondo ético
suele llevar al fracaso y al estrés docente.
Los niños y adolescentes necesitan del ejemplo y aprenden viendo más que
escuchando. Nuestras palabras no valen nada en sí mismas si no están de acuerdo
con lo que hacemos en el aula.
La alternativa es clara: o aplicamos constantemente este principio de conocer
y actuar, en un proceso constante y vital de readaptación de métodos, o nos vemos
abocados a resistencias que provocan tensiones y estrés. Si no somos capaces de
establecer dinámicas activas se pueden generar situaciones de presión difíciles de
soportar. Un buen ritmo de actividad en el aula, comunicando energía y pasión de
forma implícita, elimina o minimiza posibles conflictos.
El mejor antídoto contra situaciones de tensión en el aula es la combinación de
dos principios activos: conseguir que los alumnos estén inmersos en un aprendizaje
intenso, con nivel, y que este sea interesante. En general, los profesores y profesoras
más “energéticos”, más innovadores y más activos suelen ser los que transforman
el grupo en un equipo de aprendizaje. Y esto surge de la motivación intrínseca del pro-
fesor, de su fondo ético, de su capacidad proactiva. Si actúa con este perfil, según
he comprobado durante todos estos años, suele tratarse de un profesor resiliente,
capaz de reinventarse en cualquier momento de su carrera docente.
Si el grupo se convierte en un equipo que aprende, los roles se asimilan y se
desarrollan de forma natural, y los apoyos mutuos, los intercambios de informa-
ción y la creatividad crecen de forma espontánea, impulsados por la motivación
intrínseca que hemos facilitado.
© narcea, s. a. de ediciones