Page 9 - Hacia una escuela ecohumanista
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                 Conocer y actuar



                            Muestra gratuita








                                           Esto es lo que el maestro debe pretender como prioridad:
                                              apoyarse en lo que los alumnos saben y saben hacer
                                                   y sugerir, a partir de ello, lo que podrían saber.
                                                                         Philippe Meirieu

                 Las aulas se asemejan, en cierto modo, a un organismo vivo. Podemos utilizar este
                 símbolo para comprender el carácter frágil y delicado de los continuos procesos de
                 desequilibrio –humano, complejo– que requieren de nuestra acción como educado-
                 res. En los seres vivos, las moléculas participan de los procesos físico-químicos que
                 tienen lugar en cada organismo y que lo regulan de forma dinámica para conseguir
                 el mantenimiento de las funciones vitales y el abastecimiento de energía que se ne-
                 cesita. En este caso, en nuestros cuerpos, estos procesos están autocompensados,
                 por lo menos en la mayoría de los casos. A veces, introducimos química externa
                 –medicación– para reconducir ciertas situaciones de descontrol o de dolor. En todo
                 caso, está claro que el objetivo es conseguir que nuestros órganos sigan ejerciendo
                 sus funciones y que la buena sintonía entre ellos persista o se mejore.
                     En el día a día de nuestras clases como “organismos vivos” se dan también im-
                 previstos que no esperamos y/o dinámicas personales o grupales que entorpecen
                 nuestra tarea. Cuando conocemos individual y colectivamente a nuestros alumnos
                 y alumnas, cuando observamos y tomamos buena nota de las descompensaciones,
                 individualidades y relaciones que en forma de red se dan en el aula, tenemos que
                 intervenir, regular, volver a equilibrar. Es un proceso dinámico, pero mucho cuida-
                 do; no hay recetas. No podemos pensar: “como el curso pasado, ante este tipo de
                 situación, tomé estas iniciativas, y dieron resultado, volveré a aplicarlas”. Esto no
                 es así, o no tiene por qué serlo. Es cierto que disponemos de unas pautas básicas.
                 Pero hay que considerar que cada alumno es diferente, y las interacciones que se
                 dan en el seno del grupo también lo son. No vale una misma receta para dos pa-
                 cientes diferentes. Evidentemente, hay protocolos generales que son de manual, y
                 suelen ser guía para cualquier conflicto en el aula, pero serán mucho más idóneos
                 si conocemos todas sus variables, todos los actores en juego y sus relaciones con el pro-
                 blema que se nos plantea.


                 © narcea, s. a. de ediciones
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