Page 6 - Hacia una escuela ecohumanista
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10 Hacia una escuela ecohumanista
líquida nos está demandando. Los colegios e institutos, ahogados por el mar buro-
crático, viven en una especie de desorientación, atrapados en un cierto desánimo.
Pero tenemos que avanzar.
Estoy seguro que muchos docentes están intentando, día a día, luchar contra el
conformismo y la falta de estímulos, porque saben que educar es algo más grande,
más sanamente ambicioso y más amplio de lo que es en superficie; más amplio
que un simple seguimiento de programas e instrucciones. Es urgente ya recuperar
las raíces, configurando entre todos esta educación que se necesita, que nos puede
Muestra gratuita
ayudar a dotar de un nuevo sentido la tarea docente.
Nuestra sociedad, superados veinte años de nuestro siglo, ya no es la de finales
del siglo anterior, y se está viendo condicionada y tensionada por conflictos globa-
les urgentes. La adulteración de los valores democráticos básicos y de los derechos
humanos, y la emergencia climática, son cuestiones que están condicionando nues-
tras vidas. Y la pandemia en la que estamos inmersos mientras escribo el libro es
una manifestación más, una consecuencia más, de nuestro divorcio con la naturale-
za y de nuestra sacralización de la eficacia, el beneficio y la rapidez.
Diálogos, silencios, reflexión, están mal vistos. Hay que correr. Hay que funcio-
nar. Hay que optimizar. Por encima de todo, esta inmensa máquina devoradora de
recursos que hemos creado tiene que seguir adelante sin hacerse preguntas.
La enseñanza debería resistirse a entrar en este juego, porque su razón de exis-
tir, si la entendemos como una formación integral del ser humano, como una tarea
de base ética, se basa en la curiosidad, en las preguntas, en el análisis crítico.
Creer en los educadores
El libro pretende ser inspirador y útil para todas las personas implicadas en
la tarea de educar. Durante mis años de dedicación a la enseñanza, he intentado
dotarla de significado, asumiendo un plus importante de responsabilidad, porque
nuestra labor docente se extiende, sin que directamente se perciba, a lo largo de
las vidas de nuestros alumnos y alumnas. La escuela puede contribuir a que las
relaciones entre los seres humanos sean más cálidas y a que la libertad y la solida-
ridad se consoliden, porque estas mejoras surgen si las personas aportan valor, si
las generaciones mejoran. Y el gran instrumento para conseguirlo es la educación.
He procurado que mis alumnos y alumnas hayan aprendido conmigo, impreg-
nándose de amor al conocimiento, activando una comunión dinámica que se reali-
menta cada día. Quiero pensar que lo mismo ha sucedido con aquellos que se han
formado en las escuelas de todo el mundo con sus profesores y maestros, y que así
seguirá sucediendo. Quiero pensar que se les orienta a vivir con responsabilidad y
libertad, y que se les dota de una sólida base humanista y ética.
Pero en sentido inverso, los niños y adolescentes también nos abren los ojos a
nuevas posibilidades, nos sugieren dinámicas nuevas, nos inducen a desarrollar
todos los aspectos en juego y a imaginar y poner en práctica nuevas estrategias.
Aprendemos también de ellos, nos enseñan; solo hace falta que captemos señales,
que sembremos la semilla de la curiosidad.
© narcea, s. a. de ediciones