Page 7 - Hacia una escuela ecohumanista
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Introducción 11
En mi libro La educación invisible, trataba de los verbos a tener en cuenta para
captar estas señales –los verbos del aula– aquellos que siempre tenemos presentes,
aquellos que establecen las complicidades que conducen a un aprender sentido y
significativo. Se cumple la propiedad asociativa de la educación, que nos recuerda
a la propiedad asociativa matemática; no importa el orden en que sumemos o mul-
tipliquemos para obtener el resultado, siempre y cuando estén presentes todos los
sumandos o todos los factores; en el caso de la tarea pedagógica todas las complici-
dades. Como afirmaba Maslow: “todo el mundo es maestro, todo el mundo es alumno”.
Muestra gratuita
La escuela siempre va de la mano del mundo, conversando con él sin cesar.
Preguntarse sobre el papel de la escuela hoy es una necesidad palpable. Trataremos
de este papel, porque es vital para las futuras generaciones e interpela a nuestra res-
ponsabilidad como docentes. Este desafío es profesional y ético, ineludible e inapla-
zable. Nuestra sociedad vive inmersa en una especie de improvisación constante,
como un cuerpo de bomberos al que se le multiplican los focos del fuego. Vivimos
en el culto al cambio, en la aceleración del tiempo histórico. Quizás más que nunca
es preciso recuperar intuiciones y dudas, extraer unas pocas lecciones de vida a
partir del hecho educativo primordial, que precisa refundarse: la fantástica interac-
ción humana que se da en el aula. Recuperar las posibilidades de esta interacción
es apostar por el entusiasmo renovado y necesario para afrontar con imaginación y
generosidad la formación de nuestros hijos y alumnos.
Existen muchas opiniones y puntos de vista sobre el papel de la educación ante los
retos que se nos presentan, que son retos globales y acuciantes. En este sentido, qui-
zás deberíamos rescatar lo más auténtico y genuino, aquello que contribuya a educar
personas y ciudadanos libres, responsables, abiertos, críticos y solidarios, a personas
de mirada amplia, atentas al mundo y en colaboración proactiva y constructiva con él.
En verdad, no es un libro adecuado para aquellos que creen que la revolución
digital es la panacea para la escuela. Simplemente se trata de reflexionar sobre el
espíritu, sobre el alma de la escuela.
Es un libro en desacuerdo con el modelo instructivo y utilitarista, porque
apuesta por la recuperación de una base humanística y ética, por potenciar en cada
estudiante la construcción de su propio y libre yo, por ayudarle a pensar de forma
crítica y por confrontarlo de la mejor forma posible a los desafíos globales.
Una educación de valor se basa en despertar llamadas interiores. Y ahí la escue-
la topa con una realidad plagada de estímulos externos, que son demasiados y ge-
neralmente vacíos de contenido de valor intrínseco. Los docentes, mientras tanto,
quieren despertar todas las posibilidades del alumno para ayudarle a crecer como
persona ética, libre y responsable. Esa es la muralla con la que topa un maestro, una
muralla muy bien defendida por intereses que nada tienen que ver con educar. Este
es el ambiente de mediocridad cultural que la escuela debe franquear.
Enseñar es más difícil que aprender porque implica un “hacer aprender”, por-
que un maestro volcado en su tarea lo único que de verdad enseña es “el arte de
aprender”. En realidad, si pensamos en nuestro pasado escolar o universitario, no
podemos señalar con demasiada precisión cómo aprendemos; sencillamente, una
energía invisible nos envuelve; realmente aprendemos sin querer, porque el profe-
sor también está dispuesto a hacerlo.
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