Page 47 - Diálogos Psicoanálisis Número 1
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violencia  contenida  sentenciaban  que  un  diagnóstico  acertado  era  fruto  de  un  ojo  clínico  agudizado  por  la
      experiencia, la cual carecíamos por supuesto y del sufrimiento que pudiera referir o no el paciente, al cual por

      supuesto en la calidad de iniciados, no podíamos escuchar de la manera adecuada.

      De manera velada aún hoy en la era que presume los axiomas de los derechos humanos, el conocimiento sigue
      del lado del experto y, por lo tanto, el paciente, cliente o usuario (como se ha celebrado ahora de nombrar,
      grandes conquistas acontecen en nuestros tiempos sin duda alguna) solo tiene la falsa elección entre confirmar
      los criterios del diagnosta o persistir a su manera, en su palabra, de cómo abordar su posición. Era habitual que

      cuando un padeciente usara un término que no entraba en la lógica del marco humanista, desde donde se nos
      recomendaba operar, o bien lo rectificáramos, que el término en su tropiezo, no era correcto, impidiendo  -a
      nosotros como clínicos- el progreso de la cura o se apelaba a su extremo o se le prestaba atención en un marco
      a la intencionalidad, tomemos un ejemplo, en una situación donde practicamos entre compañeros estudiantes,
      en  una  especie  de  ensayo  de  una  sesión  gestáltica  y  rogeriana,  sucedían  lapsus  entre  el  discurso  de  los

      supuestos  consultantes,  pero  estos,  dentro  del  marco  operacional,  no  tenían  valor  alguno,  se  elidía  la
      dimensión de lo dicho y eran, por supuesto, sustituidos por la importancia de lo que realmente quiso decir el
      enunciador, en situaciones de práctica con pacientes externos, era usual que el padeciente se restringiera al uso
      correcto  y  recomendado  de  lo  que  quería  decir,  incluso  de  su  intencionalidad,  ya  no  solo  de  lo  dicho,  era

      necesario adueñarse ¿no habría que recordar,  que la problemática que supone la posición del analista frente al
      sujeto y lo referente a una ética que estribe entre la coerción moral de la adaptación o el libertinaje,  sigue
      estando dentro de su misma lógica, sigue siendo como lo expone Lacan -que acentúa que Freud  no podía ser
      pensado  como  un  progresista  (Lacan,  SEMINARIO  7:  LA  ÉTICA  DEL  PSICOANÁLISIS  1990)  -una  falsa
      elección?  ¿No  nos  coloca  esta  disyuntiva,  entre  la  forma  de  habitar  el  mundo  en  las  propias  palabras  del
      padeciente y el marco lógico que tiene para dar cuenta de ello el clínico, un callejón sin salida? ¿No existen

      otras   salidas, otras vías?  Si no ya una puerta, al menos dejemos una ventana abierta y si no, como podemos
      dar  cuenta,  la  palabra  del  padeciente  encontrará  la  forma,  incluso  emparedada,  de  abrirse  paso  de  su
      confinamiento.  ¿No  encontramos,  en  base  a  la  asimilación  de  ―nuevos  discursos‖  que

      tratan de franquear viejas nociones –el padecer, la pasión el sufrimiento, que ya eran

      tomadas en cuenta por el psicoanálisis- actuales problemáticas que pueden mistificar

      de lo que tratamos de apostar en el psicoanálisis?

      Entonces, como Lacan, damos cuenta de nuestras propias imposibilidades y nuestras propias falsas elecciones,

      el decirlas como saldadas porque alguien las saldó en alguna vieja forma, no basta para zafarse de ellas y como
      nos interrogan en el presente, ¿con qué máscaras se presentan ahora?  con  una situación concreta aquí, podría
      ayudarles, si me siguen, a como se relaciona esto en el intento de sostener un dispositivo clínico, estando en el
      HGZ41 de Huatulco, a modo de prestador de servicio social del área de psicología, acudió a consulta un joven
      estudiante de 14 años, éste había sido referido por la pediatra de la unidad por dolor en los huesos, el cual en la

      exploración que ella había llevado a cabo, no le refería algún tipo de propósito la intervención de ella, pues
      había descartado de acuerdo a las pruebas que le hizo, cualquier relación con algún problema orgánico, lo usual
      en esa instancia, es que al suceder esto, fuera el área de psicología a donde el paciente fuera destinado.

      Cuando recibí al joven, este refería que ―el dolor le aparecía de la nada‖ y que ―no estaba haciendo ningún
      trabajo pesado‖, que comía bien aunque se encontraba muy delgado, esto fue confirmado por la madre, que en

      términos  de  la  pediatra,  suponía  que  era  el  verdadero  problema,  debido  a  lo  que  la  especialista  en  niños
      llamaba una madre demasiado apegada al joven, presté atención a este punto y pregunté por la relación         ›››

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