Page 244 - Dune
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Entonces Kynes estuvo al lado de Paul, y entre ambos empujaron la puerta con
           todo su peso. Paul tuvo aún una última visión de Idaho de pie ante un racimo de
           uniformes  Harkonnen…  sus  gestos  eran  aún  firmes  y  controlados,  pero  su  rizada

           cabellera negra estaba marcada por una mortal flor escarlata. Después la puerta se
           cerró, y Kynes la atrancó.
               —Creo que mi decisión ya ha sido tomada —dijo Kynes.

               —Alguien detectó vuestras máquinas antes de que dejaran de funcionar —dijo
           Paul. Empujó a su madre fuera de la puerta, leyendo la desesperación en sus ojos.
               —Debí sospechar algo al ver que no llegaba el café —dijo Kynes.

               —Existe otra salida —dijo Paul—. ¿Podemos usarla?
               Kynes inspiró profundamente.
               —Esta puerta debería resistir veinte minutos como mínimo, a menos que utilicen

           los láser —dijo.
               —No van a utilizar los láser por miedo a que tengamos escudos aquí —dijo Paul.

               —Eran Sardaukar con uniformes Harkonnen —susurró Jessica.
               Se oían rítmicos golpes contra la puerta.
               Kynes señaló los archivadores de la pared de la derecha.
               —Por aquí —dijo. Se acercó al primer archivador, abrió un cajón y manipuló una

           palanca en su interior. Toda la batería de archivadores se abrió, mostrando la negra
           boca de un túnel—. Esta puerta también es de plastiacero —dijo.

               —Estáis bien preparado —dijo Jessica.
               —Hemos  vivido  ochenta  años  bajo  los  Harkonnen  —dijo  Kynes.  Les  empujó
           hacia las tinieblas y cerró la puerta a sus espaldas.
               En la repentina oscuridad, Jessica vio una flecha luminosa en el suelo.

               La voz de Kynes resonó tras ellos:
               —Aquí  nos  separaremos.  Esta  puerta  es  mucho  más  resistente.  Aguantará  al

           menos  una  hora.  Seguid  las  flechas  del  suelo.  Se  extinguirán  a  vuestro  paso.  Os
           guiarán  a  través  del  laberinto  hacia  otra  salida  donde  hay  oculto  un  tóptero.  Esta
           noche hay una tormenta en el desierto. Vuestra única esperanza es ir al encuentro de
           esta tormenta, sumergiros en ella y seguirla. Así es como procede mi pueblo para

           robar los tópteros. Si os mantenéis altos en la tormenta sobreviviréis.
               —¿Pero y vos? —preguntó Paul.

               —Intentaré  escapar  por  otro  camino.  Si  soy  capturado…  bien,  sigo  siendo  el
           Planetólogo Imperial. Puedo decir que era vuestro prisionero.
               Corriendo  como  cobardes,  pensó  Paul.  ¿Pero  cómo  podré  sobrevivir  de  otro

           modo para vengar a mi padre? Se volvió hacia la puerta.
               Jessica captó su movimiento.
               —Duncan está muerto, Paul —dijo—. Has visto su herida. No puedes hacer nada

           por él.




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