Page 245 - Dune
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—Algún día les haré pagar por todo esto —dijo Paul.
               —No, a menos que os apresuréis —dijo Kynes.
               Paul sintió la mano del planetólogo en su hombro.

               —¿Cuándo volveremos a encontrarnos, Kynes? —preguntó Paul.
               —Enviaré a los Fremen a buscaros. Conocen la ruta de la tormenta. Apresuraos, y
           que la Gran Madre os dé velocidad y suerte.

               Oyeron sus pasos alejarse en las tinieblas.
               Jessica tomó la mano de Paul y tiró suavemente de él.
               —No debemos separarnos —dijo.

               —Sí.
               La siguió a través de la primera flecha, que se apagó cuando sus pies la tocaron.
           Otra flecha se iluminó ante ellos.

               La cruzaron, se apagó a su vez, y otra se encendió más adelante.
               Ahora estaban corriendo.

               Planes en los planes en los planes en los planes, pensó Jessica. ¿Estamos acaso
           participando en los planes de algún otro?
               Las  flechas  les  guiaron  a  través  de  vueltas  y  revueltas,  rozando  bifurcaciones
           apenas entrevistas en la débil luminiscencia. Su camino descendió durante un tiempo,

           hasta que empezó a ascender de nuevo. Continuaron subiendo hasta que llegaron a
           unos peldaños, giraron una última vez y se encontraron ante una pared luminiscente

           con una manija negra visible en su centro.
               Paul pulsó la manija.
               La pared se alejó de ellos. Se encendió una luz, revelando una caverna tallada en
           la roca con un ornitóptero agazapado en su centro. Más allá del vehículo había una

           pared gris y plana, con una señal indicando una puerta.
               —¿Dónde habrá ido Kynes? —preguntó Jessica.

               —Ha hecho lo que haría todo buen jefe de guerrilleros —dijo Paul—. Nos ha
           separado en dos partes y lo ha dispuesto todo de modo que le sea imposible revelar
           dónde estamos si es capturado. Ya que realmente no lo sabe.
               Paul la hizo entrar en la caverna, notando como sus pies levantaban una densa

           nube de polvo del suelo.
               —Nadie ha venido aquí desde hace mucho tiempo —dijo.

               —Parecía muy seguro de que los Fremen nos encontrarían —dijo Jessica.
               —Confío en su seguridad.
               Paul soltó su mano, cruzó hacia la portezuela izquierda del ornitóptero, la abrió, y

           colocó su mochila en la parte posterior.
               —Este  aparato  lleva  enmascaramiento  de  proximidad  —dijo—.  El  panel  de
           mandos controla a distancia la puerta y las luces. Ochenta años bajo los Harkonnen

           les han enseñado a ser previsores.




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