Page 250 - Dune
P. 250

26




                                  ¿Qué es lo que desprecias? Por ello serás conocido.

                                                                  Del Manual de Muad’Dib, por PRINCESA IRULAN




           —Están muertos, Barón —dijo Jakin Nefud, el capitán de los guardias—. Tanto la
           mujer como el muchacho están ciertamente muertos.
               El Barón Vladimir Harkonnen se levantó arropado por los suspensores de sueño

           de  sus  habitaciones  privadas.  A  su  alrededor,  más  allá  de  estas  habitaciones,
           envolviéndole como un huevo de múltiples cáscaras, se hallaba la fragata espacial
           que le había traído hasta Arrakis. Allí en sus habitaciones, el duro metal de la nave

           había sido disimulado con tapices, con paneles decorados y con raros objetos de arte.
               —Es una certeza —dijo el capitán de los guardias—. Están muertos.
               El Barón encajó su gordo cuerpo en los suspensores, centrando su atención en una

           estatua de ebalina, representando a un muchacho saltando, situada en una hornacina
           al otro lado de la estancia. El sueño se alejó de él. Ajustó los suspensores bajo los
           grasos pliegues de su cuello y miró más allá del único globo del dormitorio, hacia la

           puerta donde se hallaba el capitán Nefud, inmovilizado de pie por el pentaescudo.
               —Están realmente muertos, Barón —repitió el hombre.
               El Barón captó en los vacuos ojos de Nefud las huellas de la semuta. Era obvio

           que el hombre se hallaba sumido en la droga en el momento en que había recibido
           aquel informe, y había tomado el antídoto antes de precipitarse hacia allí.
               —Tengo un informe completo —dijo Nefud.

               Hagámosle sudar un poco,  pensó  el  Barón.  Los  instrumentos  del  poder  deben
           estar siempre afilados y a punto. Poder y miedo… afilados y a punto.
               —¿Has visto sus cadáveres? —retumbó el Barón.

               Nefud vaciló.
               —¿Bien?

               —Mi Señor… se les ha visto hundirse en una tormenta de arena… vientos por
           encima  de  los  ochocientos  kilómetros.  Nada  sobrevive  a  una  tormenta,  mi  Señor.
           ¡Nada! Uno de nuestros propios aparatos ha sido destruido en la persecución.
               El Barón observaba fijamente a Nefud, notando el tic nervioso en los músculos de

           su mandíbula, el modo como se crispaba su mentón cuando intentaba deglutir.
               —¿Has visto los cadáveres? —preguntó el Barón.

               —Mi Señor…
               —¿Con qué propósito has venido hasta aquí haciendo tintinear tu armadura? —
           gruñó  el  Barón—.  ¿Para  decirme  que  algo  es  cierto  cuando  en  realidad  no  lo  es?
           ¿Crees acaso que debo felicitarte por tu estupidez, ascenderte de nuevo?

               El rostro de Nefud palideció.



                                        www.lectulandia.com - Página 250
   245   246   247   248   249   250   251   252   253   254   255