Page 273 - Dune
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encostrado en los lugares donde la espuma se había secado. Parecía que la hubieran
           tomado como blanco con pegotes de arena verde.
               —Se te ve más bien sucia —dijo él.

               —Tu tampoco estás muy limpio —dijo ella. Se echaron a reír, luego se calmaron.
               —Todo  esto  no  tenía  que  haber  sucedido  —dijo  Paul—.  No  presté  bastante
           atención.

               Ella se encogió de hombros, y notó cómo la arena caía de sus ropas.
               —Plantaré la tienda —dijo Paul—. Es mejor que te quites la ropa y la sacudas. —
           Se volvió, inclinándose sobre la mochila.

               Jessica asintió con la cabeza, repentinamente demasiado cansada para hablar.
               —Hay agujeros de anclaje en esta roca —dijo Paul—. Alguien ha plantado su
           tienda aquí antes.

               ¿Por qué no?, pensó ella, mientras sacudía sus ropas. Era un lugar muy adecuado:
           protegido por las paredes rocosas y haciendo frente a otro farallón a cuatro kilómetros

           de distancia… lo bastante alto sobre el desierto como para evitar los gusanos, y lo
           bastante cerca como para llegar rápidamente a él e iniciar la travesía.
               Se volvió viendo que Paul había levantado ya la tienda, cuyas nervaduras de la
           cúpula se confundían con las paredes rocosas de la fisura. Paul se adelantó, portando

           los binoculares. Ajustó su presión interna con un gesto rápido, enfocó las lentes de
           aceite hacia el otro farallón, que se levantaba frente a ellos a través de la arena como

           una barrera dorada a la luz matutina.
               Jessica  observó  cómo  estudiaba  aquel  apocalíptico  paisaje,  explorando  los
           cañones y ríos de arena.
               —Hay cosas que crecen allá abajo —dijo.

               Jessica fue a tomar los otros binoculares de la mochila junto a la tienda y se situó
           de pie junto a Paul.

               —Allí —dijo Paul, sujetando los binoculares con una mano y señalando con la
           otra.
               Jessica miró hacia la dirección apuntada.
               —Saguaro —dijo—. Hierbas secas.

               —Puede que haya alguien en las inmediaciones —dijo Paul.
               —Tal vez los restos de una estación experimental botánica —observó ella.

               —Estamos  muy  lejos  hacia  el  sur,  en  pleno  desierto  —dijo  él.  Bajó  los
           binoculares, rascándose bajo su filtro, notando sus labios secos y cortados y sintiendo
           en su boca el gusto del polvo y de la sed—. Parece un lugar Fremen —dijo.

               —¿Estamos seguros de que los Fremen se mostrarán amistosos? —preguntó ella.
               —Kynes nos prometió su ayuda.
               Pero hay desesperación en la gente de este desierto, pensó ella. Yo la he notado

           en mí misma hoy. Una gente desesperada podría matarnos por nuestra agua.




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