Page 76 - Dune
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excepto en Arrakis.
               Y tantas cosas nuevas que aprender acerca de… la especia.
               Y los gusanos de arena.

               Una  puerta  se  cerró  en  la  otra  habitación.  Paul  oyó  los  pasos  de  su  madre
           alejándose hacia el vestíbulo. Sabia que el doctor Yueh habría encontrado algo para
           leer y permanecía en la estancia.

               Ahora era el momento de explorar.
               Paul  se  deslizó  fuera  de  la  cama,  dirigiéndose  hacia  la  librería  que  se  abría  al
           cuarto trastero. Se detuvo y se volvió al oír un ruido detrás de él. La tallada cabecera

           de la cama se inclinó hacia adelante. Paul permaneció inmóvil, y esta inmovilidad le
           salvó la vida.
               Del interior del cabezal se deslizó un pequeño cazador-buscador de no más de

           cinco centímetros de largo. Paul lo reconoció inmediatamente… era un arma asesina
           que todo niño de sangre real aprendía a conocer desde su más tierna edad. Era una

           peligrosa y fina aguja de metal, dirigida por un ojo y una mano que se hallaban en las
           inmediaciones. Se clavaba en la carne viva y luego se abría camino a lo largo del
           sistema nervioso hasta el órgano vital más próximo.
               El buscador se alzó, giró atravesando la estancia, y regresó a su punto de origen.

               Por la mente de Paul pasaron en un relámpago sus conocimientos acerca de las
           limitaciones  del  cazador-buscador:  el  débil  campo  de  suspensión  distorsionaba  la

           visión del ojo transmisor. Sin otra fuente luminosa que la luz ambiente, el operador
           debía confiar en el movimiento y atacar a todo lo que se moviese. El escudo estaba en
           la  cama.  Una  pistola  láser  podría  abatirlo,  pero  eran  armas  caras  y  delicadas  que
           necesitaban  un  mantenimiento  constante,  y  si  tropezaban  con  un  escudo  activado

           existía el peligro de una explosión pirotécnica. Los Atreides confiaban en sus escudos
           corporales y en su habilidad.

               Ahora Paul se había sumido en una inmovilidad catatónica, sabiendo que disponía
           tan sólo de su habilidad para afrontar el peligro.
               El cazador-buscador se elevó otro medio metro. Continuaba oscilando en la trama
           de sombras y claridad de la ventana, sondeando la estancia.

               Debo  apoderarme  de  él,  pensó  Paul.  Pero  el  campo  suspensor  lo  hará
           resbaladizo. Debo sujetarlo muy fuerte.

               El objeto volvió a descender medio metro, giró a su izquierda y dio la vuelta a la
           cama. Producía un débil zumbido.
               ¿Quién lo está operando?, se dijo Paul. Es alguien que está cerca de aquí. Podría

           llamar a Yueh, pero sería atacado apenas abriera la puerta.
               La  puerta  exterior,  a  espaldas  de  Paul,  resonó.  Se  oyó  una  ligera  llamada.  La
           puerta se abrió.

               El cazador-buscador pasó rozando casi su cabeza y avanzó hacia el movimiento.




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