Page 73 - Dune
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—La futilidad. —La miró—. ¿Recordáis vuestra primera toma de especia?
—Tenía sabor a canela.
—No tiene dos veces el mismo sabor —dijo el hombre—. Es como la vida…
cada vez sabe a algo distinto. Algunos piensan que la especia produce una reacción
de sabor agradable. El cuerpo, identificando que una cosa es buena para él, interpreta
el sabor como agradable… ligeramente eufórico. Y, como la vida, no puede ser
sintetizada.
—Creo que hubiera sido más juicioso para nosotros convertirnos en renegados,
huir lo más lejos posible del Imperio —dijo ella.
Él comprendió que Jessica no le había escuchado, y reflexionó sobre lo que
acababa de decir, pensando: Sí… ¿por qué no le ha empujado a hacer esto?
Virtualmente, ella puede empujarle a hacer cualquier cosa.
Habló rápidamente, porque aquello era verdad y cambiaba el tema:
—¿Me juzgaríais atrevido… Jessica, si os hiciera una pregunta personal?
Ella se apoyó en el alféizar de la ventana, presa de una inexplicable inquietud.
—Por supuesto que no. Vos sois… mi amigo.
—¿Por qué no habéis hecho que el Duque se casara con vos?
Se volvió bruscamente, la cabeza alta, la mirada llameante.
—¿Hacer que se casara conmigo? Pero…
—No debía haber hecho esta pregunta —dijo él.
—No. —Ella se alzó de hombros—. Hay una buena razón política… Mientras mi
Duque permanezca soltero, algunas de las Grandes Casas pueden esperar una alianza.
Y… —suspiró—… motivando a la gente, forzando a alguien a hacer algo, una se
crea una actitud cínica hacia la humanidad. Degrada cualquier cosa que toques. Si yo
le hubiera empujado a ello… en realidad no hubiera sido él quien lo hubiera hecho.
—Eso es algo que mi Wanna hubiera podido decir —murmuró Yueh. Y esto
también era verdad. Llevó una mano a su boca y tragó convulsivamente. Nunca había
estado tan cerca de hablar, de confesar su secreto papel.
Jessica habló, rompiendo aquel instante.
—Además, Wellington, el Duque es realmente dos hombres. A uno le amo
muchísimo. Es encantador, ingenioso, considerado… tierno… todas las cosas que una
mujer puede desear. Pero el otro hombres es… frío, insensible, exigente, egoísta…
tan duro y cruel como el viento del invierno. Ese es él hombre que fue formado por
su padre —su rostro se contrajo—. ¡Si al menos ese viejo hubiera muerto cuando
nació mi Duque!
En el silencio que se hizo entre ellos se oyó el cliqueteo de la persiana bajo la
acción de la brisa de un ventilador.
Tras un instante, Jessica inspiró profundamente y dijo:
—Leto tiene razón… esas habitaciones son más acogedoras que las de las otras
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