Page 68 - Dune
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cuarenta  litros  de  agua  al  día.  Un  hombre  necesita  solamente  ocho  litros.  Una
           palmera,  pues,  equivale  a  cinco  hombres.  Aquí  hay  veinte  palmeras…  o  sea  cien
           hombres.

               —Pero algunos entre esa gente miran a los árboles con esperanza.
               —Esperan que caiga algún dátil, pero no es la estación.
               —Miramos este lugar con ojos demasiado críticos —dijo ella—. Hay aquí tanta

           esperanza como peligro. La especia puede hacernos ricos. Con un tesoro tan grande,
           podríamos transformar completamente este mundo.
               Y  se  rio  silenciosamente  para  sí  misma:  ¿A  quién  intento  convencer?  Su  risa

           resonó entre todas sus compulsiones, emergiendo secamente, sin alegría.
               —Pero uno no puede comprar la seguridad —dijo.
               Yueh giró su rostro para ocultarlo de ella. ¡Si al menos fuera posible odiar a esa

           gente  en  vez  de  amarla!  En  sus  ademanes,  en  muchos  de  sus  detalles,  Jessica  se
           parecía a su Wanna. Pero aquellos pensamientos afirmaron aún más su decisión. La

           crueldad de los Harkonnen era tortuosa. Quizá Wanna estuviera aún viva. Tenía que
           estar seguro de ello.
               —No os preocupéis por nosotros, Wellington —dijo Jessica—. El problema es
           nuestro, no vuestro.

               ¡Cree que me preocupo por ella! Parpadeó para ocultar sus lágrimas. Y es cierto,
           por supuesto. Pero debo afrontar a ese negro Barón una vez cumplida su voluntad, y

           aprovechar entonces el momento oportuno para golpearle cuando esté más débil…
           ¡en el momento de su triunfo!
               Suspiró.
               —¿Molestaré a Paul si voy a echarle una ojeada? —preguntó Jessica.

               —En absoluto. Le he dado un sedante.
               —¿Soporta bien el cambio?

               —Tan sólo está un poco más cansado que de costumbre. Está excitado, pero, ¿qué
           muchacho de quince años no lo estaría en tales circunstancias? —Se dirigió hacia la
           puerta y la abrió—. Aquí está.
               Jessica le siguió, aguzando la mirada en la penumbra.

               Paul dormía en una estrecha cama, con un brazo metido bajo un ligero cubrecama
           y el otro sobre su cabeza. La claridad que atravesaba las persianas ponía una trama de

           luz y sombras en el rostro y el cubrecama.
               Jessica miró a su hijo, observando aquel rostro ovalado tan parecido al suyo. Pero
           los cabellos eran los del Duque… negros como el carbón y enmarañados. Las largas

           pestañas  ocultaban  unos  ojos  verdes.  Jessica  sonrió,  sintiendo  que  sus  temores  se
           desvanecían.  De  pronto  se  dio  cuenta  de  cómo  iban  apareciendo  las  ascendencias
           genéticas  en  los  rasgos  de  su  hijo:  los  ojos  eran  los  suyos,  y  también  las  líneas

           faciales,  pero  los  aguzados  rasgos  del  padre  iban  mostrándose  cada  vez  más




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