Page 63 - Dune
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—Esta es una hoja inestable, mi Dama. Llevadla siempre con vos. Si permanece
           más de una semana lejos de la carne, empezará a desintegrarse. Es un diente de Shai-
           Hulud, permanecerá con vos durante todo el tiempo que dure vuestra vida.

               Jessica tendió su mano derecha y se arriesgó a decir:
               —Mapes, has devuelto la hoja a su funda sin que estuviera marcada por la sangre.
               Con una ahogada exclamación, Mapes puso el enfundado cuchillo en la mano de

           Jessica y desgarró su corpiño, diciendo:
               —¡Tomad el agua de mi vida!
               Jessica extrajo la hoja de su funda. ¡Cómo relucía! La apuntó directamente hacia

           Mapes, y vio en sus ojos un pánico más grande que la muerte.
               ¿Un veneno en la punta?, se preguntó Jessica. Alzó la hoja, trazando un delicado
           arañazo en el seno izquierdo de Mapes con el lado de la hoja. Surgieron unas pocas

           gotas de sangre que se detuvieron casi inmediatamente. Coagulación ultrarrápida,
           pensó Jessica. ¿Una mutación para conservar la humedad del cuerpo?

               Metió de nuevo la hoja en su funda y dijo:
               —Abotona tu vestido, Mapes.
               Mapes obedeció, temblando. Sus ojos sin blanco miraban fijamente a Jessica.
               —Vos sois de los nuestros —murmuró—. Vos sois Ella.

               En  la  entrada  se  oyó  de  nuevo  el  ruido  de  descargar  bultos.  Mapes  tomó  el
           cuchillo envainado y lo deslizó en el corpiño de Jessica.

               —¡Cualquiera que vea esa hoja debe ser purificado o muerto! —gruñó—. ¡Vos lo
           sabéis, mi Dama!
               Acabo de saberlo ahora, pensó Jessica.
               Los descargadores, allá afuera, se marcharon sin pasar por la Gran Sala.

               Mapes recuperó su compostura y dijo:
               —Aquel que es impuro y ha visto un crys no puede abandonar vivo Arrakis. No

           olvidéis esto, mi Dama. Os ha sido confiado un crys —hizo una profunda inspiración
           —. Ahora las cosas deben seguir su curso. No se puede apresurar nada. —Paseó su
           mirada por las cajas y paquetes apilados a su alrededor—. Y aquí hay mucho trabajo
           para dejar pasar el tiempo.

               Jessica vaciló. «Las cosas deben seguir su curso». Una frase típica que provenía
           directamente de las reservas de conjuros de la Missionaria Protectiva… La venida de

           la Reverenda Madre que os liberará.
               Pero  yo  no  soy  una  Reverenda  Madre,  pensó  Jessica.  Y  luego:  ¡Gran  Madre!
           ¡Este mundo debe ser horrible para que hayamos tenido que implantar esto!

               —¿Qué es lo primero que deseáis que haga, mi Dama? —dijo Mapes con voz
           tranquila.
               El instinto empujó a Jessica a responder, con el mismo tono casual.

               —La pintura del Viejo Duque, ésta, debe ser colocada en una de las paredes del




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