Page 61 - Dune
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destiltraje aquí! —se rio—. ¡Y no he muerto!
               Jessica  vaciló,  queriendo  hacerle  algunas  preguntas  a  aquella  mujer  Fremen,
           sintiendo la necesidad de que la orientara. Pero la más urgente era poner un poco de

           orden en la confusión del castillo. De todos modos, la idea de que en aquel lugar el
           agua fuera un signo de riqueza la desconcertaba.
               —Mi  esposo  me  ha  dicho  tu  título,  Shadout  —dijo  Jessica—.  Conozco  esta

           palabra. Es una palabra muy antigua.
               —¿Así que conocéis las antiguas lenguas? —preguntó Mapes, y la miró con una
           extraña intensidad.

               —Las lenguas son la primera enseñanza Bene Gesserit —dijo Jessica—. Conozco
           el bhotani-jib y el chakobsa, todas las lenguas de los cazadores.
               Mapes asintió.

               —Tal como dice la leyenda.
               Y  Jessica  se  preguntó:  ¿Por  qué  estoy  representando  esta  comedia?  Pero  los

           caminos Bene Gesserit siempre eran sinuosos y compulsivos.
               —Conozco las Cosas Oscuras y los caminos de la Gran Madre —dijo Jessica.
           Leyó,  en  el  aspecto  de  Mapes,  en  cada  uno  de  sus  gestos,  los  más  obvios  signos
           reveladores—. Miseces prejia —dijo, en lengua chakobsa—. ¡Andal t’ re pera! Trada

           cik buscakri miseces perakri…
               Mapes dio un paso atrás, dispuesta a huir.

               —Sé  muchas  cosas  —dijo  Jessica—.  Sé  que  has  engendrado  hijos,  que  has
           perdido a seres queridos, que te has ocultado por miedo y que has cometido violencia
           y que volverás a cometer más violencia. Sé muchas cosas.
               —No quería ofenderos, mi Dama —dijo Mapes en voz muy baja.

               —Hablas  de  la  leyenda  y  buscas  respuestas  —dijo  Jessica—.  Guárdate  de  las
           respuestas que puedas encontrar. Sé que has venido aquí preparada para la violencia,

           con un arma en tu corpiño.
               —Mi Dama, yo…
               —Existe una remota posibilidad de que consigas derramar la sangre de mi vida —
           dijo Jessica—, pero si lo hicieras causarías más daño del que te puedas imaginar en

           tus más locos terrores. Hay cosas peores que la muerte, tú lo sabes… incluso para
           todo un pueblo.

               —¡Mi Dama! —imploró Mapes. Parecía a punto de caer de rodillas—. Esta arma
           es un regalo para vos si podéis probar que sois Ella.
               —Y el instrumento de mi muerte si no puedo probarlo —dijo Jessica. Esperó, en

           la aparente calma que hacía a las Bene Gesserit tan terribles en el combate.
               Ahora veremos hacia dónde se inclina la decisión, pensó.
               Lentamente, Mapes metió la mano por el cuello de su vestido y sacó una oscura

           funda. Una negra empuñadura, profundamente grabada para hacer segura la sujeción,




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