Page 64 - Dune
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comedor. La cabeza del toro en la pared opuesta.
               Mapes se acercó a la cabeza del toro.
               —Debía  ser  un  animal  enorme  para  tener  una  cabeza  tan  grande  —dijo.  Se

           inclinó sobre ella—. ¿Debo limpiarla primero, mi Dama?
               —No.
               —Pero la suciedad se ha incrustado en los cuernos.

               —No es suciedad, Mapes. Es la sangre del padre de nuestro Duque. Esos cuernos
           fueron tratados con un fijador transparente pocas horas después de que este animal
           matara al Viejo Duque.

               Mapes se irguió.
               —¿Eh? —dijo.
               —Es tan sólo sangre —dijo Jessica—. Sangre muy antigua. Busca a alguien que

           te ayude a colgar esto. Esas malditas cosas son pesadas.
               —¿Creéis que un poco de sangre me impresiona? —preguntó Mapes—. Vengo

           del desierto, y he visto sangre en abundancia.
               —Sí… estoy convencida de ello —dijo Jessica.
               —Y, a veces, esa sangre era la mía —dijo Mapes—. Mucha más sangre de la que
           me ha producido vuestra rozadura.

               —¿Hubieras preferido que cortara más profundamente?
               —¡Oh, no! El agua del cuerpo es ya escasa, y no hay necesidad de malgastarla

           esparciéndola por el aire. Habéis actuado correctamente.
               Y  Jessica,  a  través  de  las  palabras  y  el  modo  de  decirlas,  captó  las  profundas
           implicaciones de aquella frase, «el agua del cuerpo». Sintió de nuevo la sensación
           opresiva de la importancia del agua en Arrakis.

               —¿En  qué  lado  del  comedor  debo  colgar  estas  hermosas  cosas,  mi  Dama?  —
           preguntó Mapes.

               Siempre práctica, esta Mapes, pensó Jessica. Dijo:
               —Usa tu buen juicio, Mapes. Realmente, no tiene importancia.
               —Como deseéis, mi Dama. —Mapes se inclinó y comenzó a liberar la cabeza de
           los  restos  del  embalaje—.  ¿Así  que  mató  a  un  viejo  duque,  decís?  —murmuró

           suavemente.
               —¿Llamo a alguien para ayudarte? —preguntó Jessica.

               —Me las arreglaré yo sola, mi Dama.
               Sí, se las arreglará, pensó Jessica. Eso es algo que realmente posee esa Fremen:
           la voluntad de acabar lo que emprende.

               Jessica sintió el frío contacto del crys en su corpiño, y pensó en la larga cadena de
           intrigas Bene Gesserit, y en el nuevo eslabón que acababa de forjarse allí. Gracias a
           aquella  cadena,  había  conseguido  sobrevivir  a  una  crisis  mortal.  «No  se  puede

           apresurar nada», había dicho Mapes. Y sin embargo, la prisa dominaba aquel lugar,




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