Page 98 - Dune
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—No, Señor —respondió—. Vos no podéis dar la espalda a la mayor fuente de
riqueza planetaria de todo nuestro universo… y yo no puedo hacer más que seguiros.
Perdonad mi intervención, pero… —se alzó de hombros—… a veces todos nos
sentimos un poco amargados.
—Comprendo esta amargura —dijo el Duque—. Pero no nos lamentemos por la
falta de justicia mientras tengamos brazos y seamos libres para usarlos. ¿Hay alguien
más entre ustedes que se sienta amargado? Si es así, que lo diga. Este es un consejo
de amigos, donde cada cual puede expresar lo que piensa.
Halleck se agitó.
—Creo que lo más irritante, Señor, es la falta de voluntarios de las demás
Grandes Casas. Se dirigen a vos como «Leto el Justo» y os prometen amistad
eterna… porque no cuesta nada a nadie.
—Ignoran todavía quién saldrá vencedor de este cambio —dijo el Duque—. La
mayor parte de las Casas se han enriquecido asumiendo un mínimo de riesgos. Uno
no puede realmente culparlas por ello; tan sólo puede despreciarlas. —Miró a Hawat
—. Estábamos discutiendo el equipamiento. ¿Podrás proyectar algunos ejemplos para
familiarizar a los hombres con esta maquinaria?
Hawat asintió, haciendo un gesto a un ayudante que estaba al lado del proyector.
Una imagen sólida en tres dimensiones apareció sobre la superficie de la mesa,
aproximadamente a un tercio de distancia del Duque. Algunos de los hombres
sentados al otro extremo de la mesa se levantaron para ver mejor.
Paul se inclinó hacia adelante, observando atentamente la máquina.
Según la escala con respecto a las figuras humanas proyectadas junto a ella,
tendría unos ciento veinte metros de largo por cuarenta de ancho. Básicamente era un
largo cuerpo central en forma de insecto, que se movía por medio de varias secciones
independientes de orugas.
—Es una factoría recolectora —dijo Hawat—. Hemos elegido una bien reparada
para esta proyección. Es un tipo de máquina que llegó aquí con el primer equipo de
ecólogos Imperiales, y que aún sigue en funcionamiento… aunque no comprendo
cómo… ni por qué.
—Se trata de la que llaman «Vieja María», y es buena para un museo —dijo uno
de los ayudantes—. Creo que los Harkonnen la utilizaban como castigo, una amenaza
que mantenían sobre la cabeza de sus trabajadores. Portaos bien, o seréis asignados a
la Vieja María.
Sonaron risas alrededor de la mesa.
Paul se mantuvo apartado de aquella muestra de humor, con su atención centrada
en la proyección y las preguntas que desfilaban por su mente. Señaló la imagen sobre
la mesa y dijo:
—Thufir, ¿hay gusanos de arena bastante grandes como para tragarse todo esto?
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