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AUTOR                                                                                               Libro







                                                     El asesino




                     Todo hubiera sido distinto de haberse tratado de cualquier otra persona en vez
               de Jacob, pensé en mi fuero interno mientras conducía rumbo a La Push por la
               carretera que bordeaba el bosque.
                     No estaba convencida de hacer lo correcto, pero tenía un compromiso conmigo
               misma.
                     No podía aprobar lo que hacían Jacob  y  sus amigos —su manada—. Ahora
               comprendía lo que había dicho la noche pasada sobre que tal vez no quisiera volver a
               verle. Podía haberle telefoneado tal y como él me sugirió, pero lo consideraba una
               cobardía. Le había prometido al menos una conversación cara a cara. Le diría que no
               podía ignorar lo que estaban haciendo. No podía ser amiga de un asesino, quedarme
               callada, dejar que continuara la matanza... Eso me convertiría a mí en un monstruo.
                     Pero tampoco podía dejar de avisarle, debía hacer lo que estuviera en mi mano
               para protegerle.
                     Frené al llegar a la casa de los Black y fruncí los labios hasta convertirlos en una
               línea. Ya era bastante malo que mi mejor amigo fuera un licántropo, pero ¿tenía que
               ser también un monstruo?
                     La casa estaba a oscuras y no vi luces en las ventanas, pero no me importaba
               despertarlos. Aporreé la puerta con el puño con la energía del enfado. El sonido
               retumbó entre las paredes.
                     —Entra   —le   oí   decir   a   Billy   después   de   un   minuto   mientras   pulsaba   un
               interruptor.
                     Giré el pomo de la puerta, que estaba abierta. Billy, que aún no se encontraba en
               su silla de ruedas y llevaba un albornoz sobre los hombros, se asomó desde la
               pequeña cocina hacia la entrada abierta. Puso unos ojos como platos al verme, pero
               luego su rostro se volvió imperturbable.
                     —Vaya, buenos días, Bella. ¿Qué haces levantándote tan temprano?
                     —Hola, Billy. He de hablar con Jacob. ¿Dónde está?
                     —Esto... En realidad, no lo sé —mintió muy serio.
                     —¿Sabes   qué   está   haciendo   Charlie   esta   mañana?   —inquirí   a   punto   de

               ahogarme.
                     —¿Debería?
                     —Él y media docena de vecinos se han echado al monte con armas para cazar
               lobos gigantes —la expresión de Billy se alteró unos segundos para luego poner un
               rostro carente de expresión—. Así pues, si no te importa —añadí—, me gustaría
               hablar con Jake.
                     Billy frunció la boca durante un buen rato y al final, señalando el minúsculo




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