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P. 183

AUTOR                                                                                               Libro
                     —Tú no, pero ¿y Sam? ¿Y los demás?
                     Negó con la cabeza y me sonrió como si se hubiera quitado un gran peso de
               encima.
                     —Por supuesto que no. ¿No recuerdas cómo te dije que nos llamábamos?
                     Lo recordaba claramente. Ese mismo día lo había estado pensando.
                     —¿Protectores?
                     —Exactamente.
                     —Pero   no   comprendo,   ¿qué   pasa   en   los   bosques?   ¿Y   los   montañeros
               desaparecidos? ¿Y la sangre?
                     Se puso serio de inmediato. Parecía preocupado.
                     —Intentamos hacer nuestro trabajo, Bella. Intentamos protegerlos, pero siempre
               llegamos una pizca tarde.
                     —¿Protegerlos? ¿De qué? ¿De verdad hay un gran oso merodeando por allí?
                     —Bella, cariño, nosotros sólo protegemos a las personas de un enemigo. Lo que
               éste hace es la razón de nuestra existencia.
                     Le miré con expresión ausente durante unos instantes hasta comprenderle.
               Entonces, la sangre huyó de mi rostro y se me escapó un grito inarticulado de pánico.
                     Él asintió.
                     —Pensé que precisamente tú de entre todos ibas a comprender lo que sucedía.
                     —Laurent —susurré—. Sigue aquí.
                     Jacob parpadeó un par de veces y ladeó la cabeza a un lado:
                     —¿Quién es Laurent?
                     Intenté poner en orden mis pensamientos en medio de todo ese caos para poder

               responderle.
                     —Le conoces, le viste en el prado. Estabais allí... —las palabras adquirieron un
               tono   de   asombro   a   medida   que   me   iba   convenciendo   de   todo—.   Estabais   allí,
               evitasteis que me matara...
                     —Ah, ¿te refieres a la sanguijuela de pelo negro? —esbozó una sonrisa tensa y
               fiera—. ¿Se llamaba así?
                     Me estremecí.
                     —¿En qué estabais pensando? —susurré—. Podía haberos matado, Jake. No te
               haces idea de lo peligrosos...
                     Otra carcajada me interrumpió.
                     —Bella, un sólo vampiro no supone mucho problema para una manada grande
               como la nuestra. Fue tan fácil que casi no resultó divertido.
                     —¿Qué fue fácil?
                     —Acabar con el vampiro que te iba a matar. Ahora bien, eso no lo incluyo en lo
               de asesinar —agregó a toda prisa—. Los vampiros no cuentan como personas.
                     Sólo conseguí articular las palabras para que me leyera los labios:
                     —¿Vosotros matasteis a Laurent?
                     Asintió.
                     —Fue un trabajo en equipo—matizó.
                     —¿Ha muerto Laurent?—susurré.




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