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AUTOR                                                                                               Libro
                     —Vale —repetí con voz débil.
                     —Tengo que irme.
                     Al estudiarle de cerca por primera vez, vi que llevaba la pistola ajustada al cinto
               y calzaba botas de montaña.
                     —No vas a ir a por esos lobos, ¿verdad, papá?
                     —He de hacerlo, Bella. La gente está desapareciendo.
                     Alcé la voz otra vez, ahora de forma casi histérica.
                     —No, no vayas, no. ¡Es demasiado peligroso!
                     —Debo hacer mi trabajo, pequeña. No seas tan pesimista.... Estaré bien —se
               volvió hacia la puerta y la mantuvo abierta—. ¿Vas a salir?
                     Vacilé al tener aún alterado el estómago. ¿Qué podía decir para detenerle?
               Estaba demasiado mareada para hallar la solución.
                     —¿Bella?
                     —Tal vez sea demasiado temprano para ir a La Push —susurré.
                     —Estoy de acuerdo —dijo, y de una zancada salió al exterior, donde estaba
               lloviendo. Cerró la puerta al salir.
                     En cuanto le perdí de vista, me dejé caer al suelo y hundí la cabeza entre las
               rodillas.
                     ¿Debía ir detrás de Charlie? ¿Qué le iba a decir?
                     ¿Y qué ocurría con Jacob? Era mi mejor amigo. Necesitaba avisarle. La gente le
               iba a disparar si era de verdad un... —me acurruqué y me obligué a pensar la palabra
               — un hombre lobo, y sabía que era cierto, lo sentía. Necesitaba decirles a él y a sus
               amigos que iban a intentar matarlos si seguían merodeando por ahí en forma de

               lobos gigantescos. Debía decirles que parasen.
                     ¡Tenían que parar! Charlie estaba en los bosques. ¿Les importaría? Hasta la
               fecha sólo habían desaparecido forasteros. Me pregunté si eso significaba algo o era
               pura coincidencia.
                     Necesitaba creer que al menos a Jacob sí le importaba.
                     En cualquier caso, debía prevenirle.
                     ¿O no?
                     Jacob era mi mejor amigo, pero ¿no era también un monstruo? ¿Uno real?
               ¿Perverso? ¿Debía avisarles si en realidad él y sus amigos eran... eran unos asesinos y
               habían aniquilado a inocentes montañeros a sangre fría? ¿Sería un error protegerlos si
               resultaban ser auténticas criaturas de una peli de terror?
                     Era inevitable comparar a Jacob  y  sus amigos con los Cullen. Me envolví el
               pecho con los brazos. Luchaba contra el agujero mientras pensaba en ellos.
                     Evidentemente,   no   sabía   nada   de   licántropos.   Hubiera   esperado   algo   más
               parecido a los largometrajes —grandes criaturas semihumanas y peludas, o algo así
               — de haber esperado algo, por lo que ignoraba si cazaban por apetito, sed o sólo por
               deseo de matar. Resultaba difícil decidir nada sin saber eso.
                     Pero no podría ser peor de lo que debían soportar los Cullen en su búsqueda
               del bien. Me acordé de Esme —se me escaparon unas lágrimas cuando imaginé su
               precioso y amable rostro— y de cómo, por muy maternal y adorable que fuera, tuvo




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