Page 173 - e-book
P. 173

AUTOR                                                                                               Libro
               reluciente y sus peligrosos ojos negros. Me haría señas y me sonreiría. Le vería
               hermoso como un ángel con los colmillos cortantes y puntiagudos...
                     ... pero me estaba anticipando a los acontecimientos. Antes tenía que pasar algo
               más.
                     Jacob me soltó la mano y profirió un grito. Se desplomó a mis pies temblando y
               sufriendo espasmos.
                     —¡Jacob! —chillé, pero había desaparecido...
                     ... y en su lugar había un enorme lobo de pelaje rojizo e inteligentes ojos
               oscuros.
                     El sueño dio un vuelco, por supuesto, como el de un tren que salta sobre la vía.
                     Aquél no era el mismo lobo con el que había soñado en mi anterior vida, sino el
               de pelambrera rojiza que había tenido a quince centímetros de mí en el prado hacía
               exactamente una semana. Este lobo era gigante, monstruoso, más grande que un oso.
                     Me miraba fija e intensamente mientras intentaba transmitir una información
               vital con sus inteligentes ojos, los ojos de color castaño oscuro de Jacob Black.
                     Me desperté gritando con toda la fuerza de mis pulmones.
                     Estaba medio convencida de que esta vez Charlie iba a venir a echar un vistazo.
               No era mi grito habitual. Enterré la cabeza en la almohada e intenté controlar los
               alaridos   de   mi   ataque   de   histeria.   Apreté   el   rostro   contra   la   almohada,
               preguntándome  si   habría   alguna   forma   de   ocultar   la   conexión   que   acababa   de
               establecer.
                     Pero Charlie no acudió y al final logré contener los aullidos que empezaban a
               formarse en mi garganta.

                     Ahora lo recordaba todo, todo, hasta la última palabra que me había dicho
               Jacob ese día en la playa, incluso la parte previa a los vampiros, los «fríos». En
               especial, esa parte.
                     —¿Conoces   alguna   de   nuestras   leyendas   ancestrales?—comenzó—.   Me   refiero   a
               nuestro origen, el de los quileutes.
                     —En realidad, no —admití.
                     —Bueno, existen muchas leyendas. Se afirma que algunas se remontan al Diluvio.
               Supuestamente, los antiguos quileutes amarraron sus canoas a lo alto de los árboles más
               grandes   de   las   montañas   para   sobrevivir,   igual   que   Noé   y   el   Arca   —me   sonrió   para
               demostrarme   el   poco   crédito   que   daba   a   esas   historias—.   Otra   leyenda   afirma   que
               descendemos de los lobos, y que éstos siguen siendo nuestros hermanos. La ley de la tribu
               prohíbe matarlos.
                     »Y luego están las historias sobre los fríos.
                     —¿Los fríos? —pregunté sin esconder mi curiosidad.
                     —Si. Las historias de los fríos son tan antiguas como las de los lobos, y algunas son
               mucho más recientes. De acuerdo con la leyenda, mi propio tatarabuelo conoció a algunos de
               ellos. Fue él quien selló el trato que los mantiene alejados de nuestras tierras.
                     Entornó los ojos.
                     —¿Tu tatarabuelo? —le animé.
                     —Era el jefe de la tribu, como mi padre. Ya sabes, los fríos son los enemigos naturales de




                                                                                                   - 173 -
   168   169   170   171   172   173   174   175   176   177   178