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AUTOR                                                                                               Libro
               aún más ronca—. A mí me ocurre lo mismo, sólo que peor. No te haces idea de cuáles
               son mis ataduras...
                     Aquello no me gustaba. No me gustaba la forma en que cerraba los ojos, como
               si le doliera la simple mención de sus lazos; más que disgusto, comprendí que lo que
               yo   sentía   era   odio,   odiaba   cualquier   cosa   que   le   hiciera   daño.   La   odiaba   con
               ferocidad.
                     El rostro de Sam ocupó mi mente.
                     Para mí, en lo esencial, el sentimiento de lealtad era algo voluntario. Más allá
               del amor, protegía el secreto de los Cullen sin que me lo hubieran exigido, eso era
               cierto, pero no parecía ser igual en el caso de Jacob.
                     —¿No   hay   ninguna   forma   de   que   te   liberes?   —le   pregunté   mientras   le
               acariciaba la dura superficie de su pelo rapado.
                     Le temblaron las manos, pero siguió sin abrir los ojos.
                     —No, estoy metido en esto de por vida. Es una condena eterna —soltó una
               risotada triste—. Tal vez, incluso más larga.
                     —No, Jake —gemí—. ¿Qué te parece si nos escapamos? Tú y yo. ¿Qué te parece
               si dejamos atrás nuestras casas... y a Sam?
                     —No es algo de lo que yo pueda huir, Bella —susurró—, aunque me fugaría
               contigo si pudiera —ahora también le temblaban los hombros. Respiró hondo—.
               Bueno, debo irme.
                     —¿Por qué?
                     —En primer lugar, parece que vas a quedarte traspuesta de un momento a otro.
               Necesitas dormir... Necesito que te pongas las pilas. Vas a averiguarlo, debes hacerlo.

                     —¿Y el segundo motivo?
                     Torció el gesto.
                     —Tengo   que   irme   a   escondidas.   Se   supone   que   no   debo   verte.   Estarán
               preguntándose dónde estoy —esquinó la sonrisa—. Imagino que habré de dejar que
               se enteren.
                     —No tienes que decirles nada —susurré.
                     —De todos modos, lo haré.
                     El fuego de la ira prendió en mi interior.
                     —¡Los odio!
                     Jacob me miró con los ojos muy abiertos, sorprendido.
                     —No, Bella, no odies a los chicos. No es culpa de Sam ni de los demás. Como ya
               te he dicho, se trata de mí... Sam es un tío muy legal, tope guay. Jared y Paul son
               también grandes tipos, aunque Paul es un poco... Y Embry siempre ha sido mi amigo.
               Eso no ha cambiado, es lo único que no ha cambiado. Me siento realmente mal
               cuando recuerdo lo que pensaba de Sam...
                     ¡¿Que Sam era tope guay?! Le clavé la mirada, atónita, pero pasé por alto el
               asunto.
                     —Entonces, ¿por qué se supone que no debes verme? —inquirí.
                     —No es seguro —masculló y miró al suelo.
                     Sus palabras me hicieron estremecer de miedo.




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