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AUTOR                                                                                               Libro
                     Me tomó por el codo cuando volví a tambalearme y me guió de vuelta a la
               cama. Las piernas cedieron en cuanto llegué al borde y me dejé caer de cualquier
               manera encima del colchón.
                     —Eh,   ¿estás   bien?   —preguntó   Jacob.   La   preocupación   pobló   su   frente   de
               arrugas.
                     Alcé los ojos. Las lágrimas aún no se habían secado en mis mejillas.
                     —¿Por qué rayos iba a estar bien, Jacob?
                     La angustia sustituyó buena parte de la severidad de su rostro.
                     —Cierto —admitió; respiró hondo—. Mierda, bueno, yo… Lo siento, Bella.
                     Yo no albergaba duda alguna de la sinceridad de la disculpa, aunque una
               crispación airada deformaba sus facciones.
                     —¿Por qué has venido? No quiero tus disculpas, Jake.
                     —Lo sé —susurró—, pero no podía dejar las cosas como quedaron esta tarde.
               Fue horrible. Perdona.
                     Sacudí la cabeza cansinamente.
                     —No comprendo nada.
                     —Lo sé. Quiero explicártelo... —de pronto, se calló y se quedó boquiabierto,
               como si se le hubiera cortado la respiración. Luego, volvió a respirar hondo—.
               Quiero hacerlo, pero no puedo —dijo, aún enojado—, y nada me gustaría más.
                     Dejé caer la cabeza entre las manos, que amortiguaron mi pregunta:
                     —¿Por qué?
                     Permaneció en silencio durante un momento. Ladeé la cabeza para verle la
               expresión   —estaba   demasiado   cansada   para   mantenerla   erguida—   y   me   quedé

               asombrada. Tenía los ojos entrecerrados, los dientes prietos y el ceño fruncido por el
               esfuerzo.
                     —¿Qué pasa? —pregunté.
                     Espiró pesadamente y me di cuenta de que también había estado conteniendo la
               respiración.
                     —No puedo hacerlo —murmuró con frustración.
                     -¿Hacer qué?
                     Ignoró mi pregunta.
                     —Mira, Bella ¿no has tenido nunca un secreto que no hayas podido contar a
               nadie?
                     Pensé de inmediato en los Cullen. Él me miró dándome a entender que lo sabía.
               Esperaba que mi expresión no pareciera demasiado culpable.
                     —¿No hay nada que hayas ocultado a Charlie, a tu madre...? —insistió—. ¿Algo
               de lo que no hayas hablado ni siquiera conmigo? ¿Incluso ahora?
                     Sentí que se me tensaban los ojos. No respondí a la pregunta, pero supe que él
               lo interpretaría como una confirmación.
                     —¿Entiendes que tal vez me encuentre en la misma clase de... situación? —no
               encontraba las palabras y parecía esforzarse por expresarse de forma adecuada—. A
               veces, la lealtad se interpone en tus deseos. A veces, un secreto no te pertenece y no
               lo puedes revelar.




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