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—Lo siento, Bella —repitió, aunque en esta ocasión su voz fue un murmullo
roto. Se giró del todo y entró en la casa casi a la carrera.
Fui incapaz de moverme de donde estaba. Contemplé la casita. Parecía
demasiado pequeña para albergar a cuatro chicarrones enormes y dos adultos aún
más grandes. Dentro no se produjo ninguna reacción. No hubo revoloteo de cortinas
ni eco de voces ni atisbo de movimiento alguno. El edificio me contempló con
expresión ausente.
Comenzó a lloviznar y varias gotas sueltas me asaetearon la piel. No lograba
apartar la mirada de la casa. Jacob saldría. Tenía que hacerlo.
La lluvia y el viento arreciaron. Dejó de llover en vertical y la lluvia comenzó a
caer sesgada desde el oeste. Desde allí se olía el agua salada del mar. Mis cabellos me
azotaban en el rostro y se quedaban adheridos a las zonas húmedas, enredándose en
mis pestañas. Esperé.
La puerta se abrió al fin y, muy aliviada, avancé un paso.
Billy situó la silla de ruedas debajo del marco de la puerta. No vi a nadie más
detrás de él.
—Charlie acaba de llamar, Bella. Le he dicho que estabas de camino a casa.
Tenía los ojos colmados de conmiseración, y en cierto modo, eso me hizo
claudicar. No hice comentario alguno. Me limité a darme la vuelta como una
autómata y subir al coche. Había dejado bajadas las ventanillas, por lo que los
asientos estaban mojados y pegajosos. No importaba. Ya estaba empapada.
¡No es para tanto! ¡No es para tanto!, intentaba reconfortarme mi mente. Y era
cierto, no era tan malo, no se acababa el mundo otra vez. Era sólo el final de un
pequeño remanso de paz, un remanso que ahora dejaba atrás. Eso era todo.
No es para tanto, admití, pero sí bastante malo.
Había pensado que Jacob había sanado el agujero que había en mí, o al menos
lo había sellado, de forma que no me doliera tanto. Me equivocaba. Se había limitado
a excavar su propio agujero, por lo que ahora estaba carcomida, como un queso
gruyer. Me preguntaba por qué no me derrumbaba en cachitos.
Charlie me esperaba en el porche. Salió a mi encuentro en cuanto reduje la
velocidad para detenerme.
—Billy ha telefoneado. Dijo que te habías peleado con Jake y que estabas muy
disgustada —me explicó nada más abrirme la puerta.
Sus facciones se horrorizaron cuando, al escrutar mi expresión, reconoció algo
en ella. Intenté visualizarme tal y como se me vería desde fuera, a fin de saber qué
estaba pensando. Sentí el rostro vacío y frío, y comprendí a qué le recordaba.
—No ha sucedido exactamente así —farfullé.
Charlie me pasó el brazo por los hombros y me ayudó a salir del coche. No hizo
comentario alguno sobre mis ropas empapadas.
—Entonces, ¿qué ha pasado? —inquirió cuando estuvimos dentro.
Retiró la manta de punto del respaldo del sofá mientras hablaba y me cubrió los
hombros con ella. Entonces me percaté de que seguía tiritando.
—Sam Uley le ha dicho a Jacob que no puede seguir siendo amigo mío —
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