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AUTOR                                                                                               Libro
               de oír las últimas palabras de Jacob aquella tarde, ya no lo creía. Allí había mucho
               más que un simple enamoramiento no correspondido, y me sorprendía que Billy se
               rebajara hasta el punto de sostener esa tesis. Eso me indujo a creer que, fuera cual
               fuera el secreto que guardaban, debía de ser mayor de lo que había supuesto. Al
               menos, ahora Charlie estaba de mi lado.
                     Me puse el pijama y me arrastré hasta la cama. En aquel momento, la vida
               parecía demasiado lúgubre como para dejarme engañar. El agujero, bueno, ahora los
               agujeros, ya empezaban a dolerme, de modo que me dije: ¿Por qué no? Extraje los
               recuerdos, no unos recuerdos verdaderos que dolieran demasiado, sino los falsos
               recuerdos de la voz de Edward hablando en mi interior esa tarde. Y los oí repetidas
               veces en mi interior hasta que me quedé dormida mientras las lágrimas rodaban
               lentamente por las mejillas de mi rostro vacío.
                     Esa noche tuve un sueño nuevo. Estaba lloviendo y Jacob caminaba a mi lado
               sin hacer ruido, aunque el suelo crujía a mis pies como si pisara gravilla seca. Pero
               ése no era mi Jacob, sino el nuevo Jacob, resentido y grácil. El sigiloso garbo de sus
               andares me recordó a otra persona, y los rasgos de Jacob comenzaron a cambiar
               mientras los miraba. El color rojizo de su piel fue desapareciendo hasta quedar una
               tez blanca como la cal. Sus ojos se volvieron dorados y luego carmesíes, para volver
               después al dorado. El pelo corto se le encrespó al soplo de la brisa, y adquirió una
               tonalidad broncínea allí donde lo despeinaba el viento. Su rostro se convirtió en algo
               tan hermoso que hizo saltar en pedazos mi corazón. Tendí los brazos hacia él, que
               retrocedió un paso mientras alzaba las manos para escudarse. Entonces, Edward
               desapareció.

                     Cuando desperté a oscuras, no estaba segura de si acababa de empezar a llorar
               o había empezado mientras dormía y las lágrimas de ahora eran una prolongación
               del llanto de mi sueño. Miré el techo en penumbra. Tuve la impresión de que era bien
               entrada la noche. Estaba medio dormida, tal vez casi del todo. Los párpados se me
               cerraron pesadamente e imploré un sueño sin pesadillas.
                     Fue entonces cuando oí el ruido que debía de haberme despertado al principio.
               Algo puntiagudo raspaba contra mi ventana provocando un chirrido agudo, similar
               al arañar de las uñas contra el cristal.




























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