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Bueno, eso no lo iba a discutir. Para ser exactos, tenía razón. Yo poseía un
secreto que no era libre de contar, más aún, un secreto que me sentía obligada a
proteger. Un secreto del que, de pronto, Jacob parecía saberlo todo.
Seguía sin ver la forma de aplicar aquello a él, a Sam o a Billy, ¿Qué importancia
tenía para ellos ahora que los Cullen se habían ido?
—No sé por qué has venido, Jacob, si vas a limitarte a ofrecerme acertijos en vez
de explicaciones.
—Lo siento —susurró—. ¡Menuda frustración!
Nos miramos el uno al otro durante bastante tiempo en la penumbra de la
habitación con la desesperación escrita en el rostro.
—Lo que me mata —dijo de repente— es que en realidad ya lo sabes, ¡te lo
conté todo!
—¿De qué me hablas?
Dio un respingo de sorpresa para luego inclinarse sobre mí, mientras su
expresión pasaba de la desesperanza a una centelleante energía en un segundo. Me
miró implacablemente a los ojos y me habló deprisa y con avidez. Pronunció las
palabras junto a mi rostro. Su aliento abrasaba tanto como su piel.
—Me parece haber encontrado la forma de que esto funcione... ¡porque ya lo
sabes, Bella! No te lo puedo decir, pero tú sí puedes adivinarlo. ¡Eso me sacaría del
atolladero!
—¿Quieres que lo adivine? ¿Qué he de adivinar?
—¡Mi secreto! Puedes hacerlo porque conoces la respuesta.
Parpadeé dos veces mientras intentaba aclarar las ideas, Entonces, su rostro
volvió a crisparse por el esfuerzo.
—¡Un momento, a ver si te puedo echar un cable! —dijo. Fuera lo que fuera que
intentara, resultaba tan arduo que acabó jadeando.
—¿Un cable? —pregunté, tratando de mantener el contacto. Mis labios querían
permanecer sellados, pero les obligué a abrirse.
—Sí —contestó, respirando con dificultad—. Algo así como pistas.
Tomó mi rostro entre sus manazas demasiado cálidas y lo sostuvo a escasos
centímetros del suyo. Me miró a los ojos mientras hablaba en susurros, parecía que
comunicase algo más que las palabras que pronunciaba.
—¿Recuerdas el día que nos conocimos en la playa de La Push?
—Por supuesto que sí.
—Háblame de ello.
Tomé aliento e intenté concentrarme.
—Me preguntaste por mi monovolumen...
Asintió con la cabeza al tiempo que me instaba a continuar.
—Charlamos sobre el Golf.
—Sigue.
—Fuimos a dar un paseo por la playa...
Mientras hacía memoria, el contacto con las palmas de sus manos iba
calentando mis mejillas, aunque él no se percataba al tener tan alta la temperatura de
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