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¿También estaba al corriente de eso? Nadie lo sabía, excepto yo, pero tenía
razón... Era bien entrada la madrugada, una hora perfecta para la caza. Jacob no
tendría que estar en mi habitación. Debía estar sola si alguien venía a buscarme.
—Si pensase que era demasiado... arriesgado —cuchicheó—, no hubiera venido,
pero te hice una promesa, Bella —volvió a mirarme—. No tenía ni idea de lo difícil
que iba a ser cumplirla, aunque eso no significa que no vaya a intentarlo.
Leyó la incomprensión en mis facciones.
—Después de esa estúpida película —me recordó—, te prometí que jamás te
haría daño... Estuve a punto de estropearlo todo esta tarde, ¿verdad?
—Sé que no querías hacerlo, Jake. Está bien.
—Gracias, Bella —me tomó de la mano—. Voy a hacer cuanto pueda por estar
contigo, tal y como prometí —de pronto, me dedicó una gran sonrisa, una sonrisa
que no era la mía, ni la de Sam, sino una extraña combinación de ambas—. Ayudaría
mucho que lograras averiguarlo por tu cuenta, de verdad, Bella. Haz un esfuerzo.
Esbocé una débil mueca.
—Lo intentaré.
—Y yo intentaré verte pronto —suspiró—. Querrán hacerme hablar de esto.
—No los escuches.
—Haré lo que pueda —meneó la cabeza, como si dudara de tener éxito en esa
tarea—. Ven a decírmelo tan pronto como lo hayas deducido —entonces, debió de
ocurrírsele algo, algo que le provocó un temblor en las manos—. Bueno... si es que
luego quieres venir.
—¿Y por qué no iba a querer?
El rostro de Jacob se endureció y se volvió frío. Ése era el uno por ciento que
pertenecía a Sam.
—Se me ocurre una excelente razón —repuso con tono áspero—. Mira, tengo
que irme, de verdad. ¿Podrías hacer algo por mí?
Me limité a asentir, asustada por el cambio que se había operado en él.
—Telefonéame al menos si no quieres volver a verme. Házmelo saber si fuera
ése el caso.
—Eso no va a suceder...
Me interrumpió alzando una mano.
—Tú limítate a decírmelo.
Se puso de pie y se encaminó hacia la ventana.
—No seas idiota —protesté—. Vas a romperte una pierna. Usa la puerta.
Charlie no te va a atrapar.
—No voy a hacerme ningún daño —murmuró, pero se volvió hacia la puerta.
Vaciló mientras pasaba junto a mí, sin dejar de mirarme con una expresión que
indicaba que algo le atormentaba. Me tendió una mano con gesto de súplica.
Tomé su mano y de pronto tiró de mí —con demasiada brusquedad— hasta
sacarme de la cama y chocar con un golpe sordo contra su pecho.
—Por si acaso —murmuró junto a mi pelo mientras me estrechaba entre sus
brazos con tal fuerza que estuvo a punto de romperme las costillas.
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