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AUTOR                                                                                               Libro
               consciente. No dejaba de darle vueltas en la cabeza al recuerdo del agua oscura y
               agitada, donde me había sentido tan perdida que no identificaba con claridad el
               arriba y el abajo. Tan perdida... Sin embargo Jacob, de alguna manera...
                     —¿Cómo me encontraste? —pregunté con voz ronca.
                     —Te estaba buscando —me contestó mientras subía al trote por la playa en
               dirección a la carretera, bajo la cortina de agua—. Seguí las huellas de las ruedas de
               tu coche y entonces te oí gritar —se estremeció—. ¿Por qué saltaste, Bella? ¿No te
               diste   cuenta   de   que   se   estaba   formando   una   gran   tormenta?   ¿Por   qué   no   me
               esperaste? —la ira le colmaba la voz conforme el alivio pasaba a un segundo plano.
                     —Lo siento —murmuré—. Fue una estupidez.
                     —Desde luego, ha sido una verdadera estupidez —coincidió. Cayeron de su
               pelo varias gotas de lluvia cuando asintió con la cabeza—. Mira, ¿te importaría
               reservarte todas estas tonterías para cuando yo esté cerca? No puedo concentrarme si
               estoy todo el día pensando que andas tirándote de los acantilados a mi espalda.
                     —De   acuerdo.   Sin   problemas   —le   aseguré.   Mi   voz   sonó   como   la   de   una
               fumadora compulsiva. Intenté aclararme la garganta y entonces hice un gesto de
               dolor; fue como si me hubiera clavado un cuchillo en ese mismo sitio—. ¿Ha ocurrido
               algo hoy? ¿La... habéis encontrado?
                     Ahora me tocaba estremecerme a mí a pesar de que, pegada a su cuerpo
               ridículamente caluroso, no tenía nada de frío.
                     Jacob negó con la cabeza. Corría más que andaba mientras seguía la carretera en
               dirección a su casa.
                     —No, Victoria se arrojó al agua, y los chupasangres tienen allí más ventaja. Por

               eso volví corriendo a casa. Temía que a nado duplicara la velocidad con la que se
               movía a pie, y que regresara, y como pasas tanto tiempo en la playa... —se le formó
               un nudo en la garganta que le impidió hablar.
                     —Sam volvió contigo... ¿Están todos en casa? —esperaba que no siguieran
               buscándola.
                     —Sí. Algo así.
                     Bajo el aguacero que tamborileaba sobre nosotros, le observé entrecerrando los
               ojos para estudiar sus facciones. Tenía la mirada tensa por la preocupación o la pena.
                     Las palabras no cobraron sentido hasta que de pronto encajaron.
                     —Antes, al hablar con Sam, has mencionado el hospital. ¿Ha resultado herido
               alguno? ¿Luchó contra vosotros? —el tono de mi voz se alzó una octava, sonando
               extraño con la ronquera.
                     —No, no. Se trata de Harry Clearwater. Esta mañana le ha dado un ataque al
               corazón. Emily nos esperaba con la mala noticia al llegar.
                     —¿Harry? —sacudí la cabeza mientras intentaba asumir sus palabras—. ¡Oh,
               no! ¿Lo sabe Charlie?
                     —Sí. Él también está allí, con mi padre.
                     —¿Va a salir Harry de ésta?
                     Los ojos de Jacob se tensaron de nuevo.
                     —Por ahora, no tiene muy buena pinta.




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