Page 110 - Libros de Caballerías 1879
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AMADtS DE GAULA
alta, y es tan estrecha la peña, que ningún navio a
ella se puede llegar sino es en el tiempo del vera-
no; e allí moro yo ha treinta años, e quien allí mo-
rare conviénele que deje los vicios e placeres del
mundo, e mi mantenimiento es de limosnas que los
de la tierra me dan.
—Todo eso —dijo Amadís— es a mi grado, e a
mí place de pasar con vos tal vida, esta poca que
queda, e ruégovos por amor de Dios que me lo
otorguéis.
El hombre bueno gelo otorgó, mucho contra su
voluntad, e Amadís le dijo:
—Agora me mandad, padre, lo que faga; que
en todo vos seré obediente.
El hombre bueno le dio la bendición, e luego
dijo vísperas, e sacando de una alforja pan y pes-
cado, dijo a Amadís que comiese; mas él no lo ha-
cía, aunque pasaran ya tres días que no comiera;
él dijo:
—Vos habéis de estar a mi obediencia, e man-
dóos que comáis; si no, vuestra alma sería en gran
peligro si así moriésedes.
Entonces comió, pero muy poco; que no podía
de sí partir aquella grande angustia en que estaba;
e cuando fué hora de dormir el buen hombre se
echó sobre su manto e Amadís a sus pies, que en
todo lo más de la noche no hizo, con la gran cuita,
sino revolverse e dar grandes sospiros; e ya can-
sado y vencido del sueño, adormecióse.
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