Page 105 - Libros de Caballerías 1879
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                LOS CELOS DE ORJANA


        E después dijo
        —¡Ay lealtad, qué mal galardón dais a aquel que
      vos nunca faltó! Fecistes a mi señora que me falle-
      ciese, sabiendo vos que antes mil veces por la muerte
      pasaría que pasar su mandado.
        E tornando a tomar la carta, dijo:
        —Vos sois la causa de la mi dolorosa fin, e por-
      que más cedo me sobrevenga iréis comigo.
        E metióla en su seno e dijo a Durín:
        —¿Mandáronte otra cosa que me dijeses?
        —No —dijo él.
        —Pues llevarás mi mandado —dijo Amadís.
        —No, señor —dijo él— ; que me defendieron que
      lo no llevase.
        —E Mabilia e tu hermana ¿no    te dijeron algo
      que me dijeses?
        —No supieron —dijo Durín— de mi venida; que
      mi señora me mandó que dellas la encobriese.
        —iAy, santa María, valme! —dijo Amadís— ; ago-
      ra veo que la mi desventura es sin remedio.
        Entonces dijo a Durín que llamase a Gandalín e
      Isanjo, el gobernador, e como él vino díjole:
        —Quiero que como    leal caballero me prometa-
      des que  fasta mañana, después que mis hermanos
      oyeren misa, no diréis ninguna cosa de cuanto ago-
      ra veréis.
        El así lo prometió, e otra tal fianza tomó de aque-
      llos dos escuderos; luego mandó a Isanjo que  le
      ficiese tener secretamente abierta la puerta del cas-
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