Page 109 - Libros de Caballerías 1879
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EL ERMITAÑO


     llero que en su vida visto había, pero viole desco-
     lorido,  e  las  faces  e los pechos bañados en  lágri-
     mas que derramaba, e hobo del duelo e dijo:
       —Decid todos los pecados que se os acordaren.
       Amadís  así  lo  fizo, diciéndole toda su facienda,
     que nada  faltó.
       El hombre bueno le dijo:
       —Según   vuestro entendimiento y  el  linaje tan
     alto donde venís, no os debríades matar ni perder
     por ninguna cosa que vos aviniese, cuanto más por
     fecho de mujeres; e vos consejo que no paréis en tal
     cosa mientes e vos quitéis de tal locura, que lo fa-
     gáis por amor de Dios, a quien no place de tales
     cosas.
       —Buen señor —dijo Amadís— , yo soy llegado a
     tal punto, que no puedo vivir sino muy poco, e rué-
     goos por aquel Señor poderoso, cuya  fe vos man-
     tenéis, que vos plega de me llevar con vos este po-
     co de tiempo que durare, e habré con vos consejo
     de mi alma; pues que ya  las armas  ni  el caballo
     no me facen menester, dejarlo he aquí, e iré con
     vos de pie, faciendo aquella penitencia que me man-
     dardes.                         !       I
       Y  el hombre bueno comenzó de llorar con gran
     pesar que del había; así que las lágrimas  le caían
     por las barbas, que eran largas y blancas, e díjole:
       —Mi   fijo señor; yo moro en un lugar muy es-
     quivo e trabajoso de vivir, que es una ermita me-
     tida en la mar bien siete leguas, en una peña muy
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