Page 107 - Libros de Caballerías 1879
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                LOS CELOS DE ORIANA


       yo fuese partido, ni agora lo seré por ninguna co-
       sa ; e si vos morierdes, yo no quiero vivir  ; que des-
       pués de la vuestra muerte nunca Dios me dé honra
       ni señorío.
         —Cállate, por Dios —dijo Amadís— ; no digas
       tal locura ni me fagas pesar, pues lo nunca feciste,
       e cúmplase lo que yo quiero.
         Despidióse entonces de todos, abrazándoles y di-
       ciéndoles
         —A Dios vos encomiendo; que nunca pienso de
       jamás os ver.
         E defendiéndoles que en ninguna manera fuesen
       en pos del, puso las espuelas a su caballo sin se le
       acordar de tomar  el yelmo  ni escudo  ni  lanza,  e
       metióse muy presto por  la espesa montaña, no a
       otra parte sino adonde  el caballo  lo quería  llevar,
       e así anduvo hasta más de la media noche sin sen-
       tido ninguno, hasta que el caballo topó en un arro-
       yuelo de agua que de una  fuente  salía,  e con  la
       sed se fué por él arriba hasta que llegó a beber en
       ella; e dando las ramas de los árboles a Amadís en
       el  rostro, recordó en su  sentido,  e miró a una e
       otra parte, mas no vio sino espesas matas,  e hobo
       gran  placer, creyendo que muy apartado y escon-
       dido  estaba;  e tanto que su  caballo bebió apeóse
       del,  e atándole a un árbol,  se asentó en  la yerba
       verde para  facer  su  duelo; mas  tanto había  llo-
       rado, que  la cabeza tenía desvanecida;  así que se
       adormeció.                     i   ¡
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